Terminamos el
capítulo anterior en plena “edad del pavo”, sufriendo de “mal de amores” y
escuchando a jóvenes atormentados, con la mirada perdida en el horizonte, pero ¡Mira por dónde! Justo en aquel momento, los sombríos y sórdidos paisajes urbanos se
iluminaron y ventilaron con aires playeros, si bien éstos no provenían de la
soleada california, sino del neblinoso Londres, porque el verano del 81 fue sin
duda el verano del “Summer Fun” de los Barracudas (6ª foto), liderados por
Robin Wills, unos londinenses que se dedicaban a hacer “Surf” en el metro (“Subway Surfin”) y destilaban en sus guitarras claras influencias de los
legendarios “Flamin´ Groovies”.
También de las
islas británicas llegaron pegando brincos unos alocados rock´a´billy-punks, con
exagerados y estrafalarios tupés, llamados “King Kurt”. Nunca olvidaré al
difunto Kike Turmix (personaje imprescindible de la postmovida madrileña, en el
5º dibujo) quien se encargó de presentar a la banda en Rock-Ola y terminó el concierto como una gigantesca croqueta, totalmente rebozado en la harina y los huevos que estos gamberros “hooligans” esparcieron por el escenario, lo cual propició un antológico resbalón del amigo Agustín, que nos
acompañó aquella memorable noche.
Si bien, quienes
realmente me impactaron, al verlos tocar en directo (también en Rock-Ola),
fueron unos músicos extraordinarios, que hacían un pub-rock de gran crudeza, se
trata de los inimitables “Thee
Milkshakes”, con el gran Billy Chidish al frente.
Pero el concierto más impactante, sin duda, fue el de los Cramps, legendaria banda californiana de Psychobilly o “Horror rock”, fuertemente influenciados por el rock más oscuro de los 50. La primera vez que escuché el ritmo sincopado y los
cavernosos ecos del “Goo Goo Muck” (Psychedelic Jungle, 1981), me di cuenta que aquel afterpunk siniestro que me
atrapó en su día, tenía sus raíces en la alargada sombra del rock más
primitivo. Es curioso como este tema de la influencia de lo antiguo en lo nuevo, viene siendo una idea recurrente en este blog.
Después del
“Nowhere Girl” de B-Movie, la canción que más impacto causó en 1983, fue el “New Year´s Day”, con esas intensas notas de piano, a cargo de los irlandeses U2 (que estos días andan de gira por España), grupo que encabezó un movimiento con inquietudes sociopolíticas en la música, caracterizada por aires épicos y combativos, que recogió la herencia de grupos algo anteriores como The Clash y su “London Calling” (1979), mezclada y enmarcada en esa onda neorromántica predominante durante aquellos
años, así surgieron grupos como The Alarm, Big Contry, Armoury Show, Spear of
Destiny, Icicle Works y Albania, en el Reino Unido, o los aragoneses “Héroes del Silencio”, aquí en España.
Otro grupo importante, sobre todo en la escena “mod”, algunas de cuyas letras también tenían un fuerte contenido socio-político, eran The Jam, una de sus canciones que más recuerdo es ésta Going Underground, en la que, con un espasmódico ritmo, se quejan de una sociedad abúlica y anestesiada, a la que no le importa vivir oprimida por el poder del lobbie de la industria armamentística y bajo el yugo de sus gobiernos lacayos (¡Qué poquito hemos evolucionado!), por lo que la única solución viable que ven es permanecer en su “estéril lucha underground”.
Recuerdo
perfectamente que las sesiones de baile del Rock-Ola solían cerrarse con el “Should I Stay or Should I Go” de los mencionados The Clash, aunque debo reconocer que el grupo inglés que más me llamó la atención en aquella época, eran The Jazz Butcher, peculiar e incalificable banda de pop-rock, de la que formaba parte el ex-bajista de los oscuros y legendarios Bauhaus, David J, quienes me ayudaron a atravesar aquel desierto mental, en el
que, no sé muy bien por qué, me adentraba de vez en cuando, sin darme apenas
cuenta: “My Desert”.
Hablando de
desiertos y momentos de soledad, recuerdo que una mañana iba ojeando el “Ruta
66”, durante uno de mis viajes a Logroño en autobús, mientras atravesaba los
interminables y fríos páramos sorianos, cuando me sorprendió la foto (7ª foto) de
un grupo de cuatro chicos de Athens (Georgia), con aspecto un tanto rústico y
anticuado, con largos lazos negros o corbatas de bolo en el cuello, que tenían
el curioso y extraño nombre de “Rapid Eye Movement” (R.E.M., una fase del sueño). Si bien la canción que sonaba en mis cascos, tenía
poco que ver con el “sueño americano”, ya que se titulaba “Radio Free Europe”, con la inconfundible voz de Michael Stipe, al frente, y que abría aquel álbum lleno de bucólicos paisajes llamado “Murmur” (1983).
Como resulta evidente, la sala indiscutible de referencia era el “Rock-Ola”, y en la televisión estaba Paloma Chamorro (1ª foto) con su “Edad de Oro”, un fabuloso programa musical por el que pasaban todos los grupos y artistas que estaban en el candelero, tanto extranjeros como nacionales. Entre los primeros, recuerdo
con especial lucidez cuando estuvieron mis queridos “Violent Femmes”. Y entre los segundos, me gustó mucho la actuación de “Golpes Bajos”, con el gran Germán Coppini (2º dibujo, el atuendo que lleva, es el mismo que puede verse en el
vídeo del enlace que también ilustra la entrada del otro enlace a “Golpes
Bajos”), tristemente fallecido en la Noche Buena del 2013, una de sus canciones
“Cena Recalentada” refleja a la perfección las sensaciones que teníamos muchos jóvenes de la época, al llegar a
casa, cansados tras nuestras correrías nocturnas, con aquella mezcla de
excitación y abatimiento, debida a la diversión aderezada con alguna que otra
frustración y desengaño que llevábamos a cuestas.
Al día siguiente, sufríamos la inevitable resaca. Recuerdo que, una de aquellas mañanas en la que me dirigía a la Universidad, ví, en la puerta de un garaje, a Edi Clavo (batería de “Gabinete Caligari”), imagen que dibujé de memoria al llegar a casa (tercer dibujo). Ellos tienen una gran canción titulada “La Culpa fue del Cha-cha-chá”, precisamente, después de que “Rock-Ola” cerrara sus puertas, solíamos ir a un garito de Chueca que se llamaba así, “Cha-cha-chá”, que casi siempre estaba vacío cuando llegábamos nosotros, a primera hora de la noche. Recuerdo que una vez entró una chica y se aposentó solitaria en uno de los sofás que
rodeaban la pequeña pista de baile que había abajo del todo, se quedó allí
sentada con la mirada perdida, la miré pero no fui capaz de dirigirle la
palabra ¡Parecía tan triste y ensimismada en sus pensamientos! Y claro, también
tuve que dibujarla al llegar a casa (4º dibujo).
Por aquella época, también vino a tocar a España, un jovial y despreocupado chico de Nueva Inglaterra (Boston, Massachusetts) llamado Johnathan Richman, que hace un pop naif, divertido, original y desenfadado. Su
llegada a la ciudad, producía un efecto similar a la aparición del carrito de
los helados en una tarde de verano, con aquel dulce e inocente “Icecream Man”… ¡Ding, ding!
El bueno de Johnathan tuvo un claro seguidor en tierras francesas, un chaval descarado llamado “Kid Pharaon & the Lonely Ones”.
De una extraordinaria calidad musical, fue lo que nos llegaba aquellos años desde las antípodas. Dentro del movimiento “neopsicodélico” del que hablé en el capítulo anterior, se encontraba uno de mis
grupos favoritos The Church, con la grave y espléndida voz de Steve Kilbey, pero entonces llegó a mis manos un LP llamado “Stoneage Romeos”, de un grupo con el extraño nombre de “Hoodoo Gurus” que se abre con un temazo lleno de energía power-pop “I Want You Back” y se cierra con una preciosa balada romántica “My Girl”.
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