El
otro día, un cocinero inglés (Oliver), que tiene un programa en la tele que
presenta desde su granja en el campo, llevó un par de gallinas procedentes de una de esas
infames explotaciones avícolas intensivas, en las que los pobres animales se pasan toda la
vida encerrados en diminutas jaulas. Las colocó sobre el césped del jardín y allí se
quedaron agazapadas con cara de desconcierto, y, mientras las animaba a
incorporarse, levantando sus atrofiadas alas con suavidad, explicaba: “Como
estas gallinas ha pasado toda su vida dentro de una pequeña jaula, cuando se les
pone libres en el campo no saben qué hacer, hay que enseñarlas a andar, las
pondré junto con las mías y veréis qué pronto se recuperan, en pocos días
estarán correteando y picoteando libremente por ahí”.
A
los que hemos descubierto recientemente la democracia participativa nos sucede
algo parecido a lo de estas gallinas, me explico:
En
nuestras pseudodemocracias representativas, partitocráticas u oligocracias
dominadas por partidos, bancos y lobbies, estamos acostumbrados a que la
participación del ciudadano se limite al hecho de depositar una papeleta en una
urna, cada cuatro años, para elegir a nuestros “representantes”, lo cual
implica que la ciudadanía les otorga un poder para hacer una serie de cosas, que se
supone que son las que figuran en el programa de su partido, lo cual suele
incumplirse sistemáticamente, pero resulta que no pasa nada, se da una somera explicación y santas pascuas; y, si alguna vez tenemos la desgracia de sufrir algún agravio o abuso por parte
de alguna administración, institución, entidad financiera u otra gran empresa,
el ciudadano de a pie no puede hacer otra cosa que verse inmerso en una lucha
desigual, en clara inferioridad de condiciones, David contra Goliat, como dice Pablo Iglesias: “Estamos
acostumbrados a pelear con un brazo atado a la espalda”, por lo que el
resultado es tremendamente predecible.
Los
partidos y empresas tradicionales se fundamentan en una estructura de poder
piramidal, basada en el miedo, la coacción, el servilismo y el amiguismo, de
manera que hay una cúpula dirigente que maneja los hilos y se encarga de
distribuir el poder y las migajas de sus pingües beneficios entre sus acólitos
más fieles, leales y obedientes, mientras que si a alguien se le ocurre hacer
alguna crítica, expresar alguna discrepancia, por pequeña que sea, o formular
alguna pregunta incómoda, rápidamente se le “pone en su sitio” amenazándole con
frases del tipo: “El que se mueve no sale en la foto” o “Una mosca cojonera
como tú, nunca llegará a ningún sitio”.
Las
consecuencias prácticas de este sistema intrínsecamente perverso (1) las estamos padeciendo más que nunca en estos
momentos de crisis:
-
Desvirtuación de los objetivos y no resolución de los verdaderos problemas de
la sociedad, ya que éstos pasan a un segundo plano, lo importante es conservar
el poder y simular que se están haciendo cosas en la buena dirección. Para más
INRI, esas cosas suelen suponer un “gran esfuerzo” (2), no para políticos y
banqueros, sino para el ciudadano de a pie. Con el fin de lograr tan loables objetivos, el
partido que domina el poder legislativo y ejecutivo se inmiscuye descaradamente
en el poder judicial y compra medios de comunicación masiva para que difundan
su propaganda entre la población.
-
Corrupción galopante: Se ve como normal o incluso se da por supuesto que, en un
sistema en el que lo más importante es ganar dinero, todo aquel que tenga
oportunidad trinque todo lo que pueda mientras dure el chollo, y, si me pillan,
con un poco de suerte luego a lo mejor hasta me indultan o, a lo sumo, salgo de la cárcel
en dos días, por buena conducta!
Por
el contrario, en la democracia participativa se parte del principio de
igualdad, todos tienen derecho a opinar, a hablar, a ser escuchados y a ser
tenidos en cuenta. Una vez analizadas y debatidas las diferentes propuestas,
todo el mundo vota para elegir aquella que obtenga la mayoría. La designación
de las diferentes funciones, tareas o cargos también se realiza por votación,
teniendo en cuenta las aptitudes y preferencias de los candidatos. Tras los
debates y las votaciones, las decisiones adoptadas deben ser asumidas por
todos, siendo fundamental que todo quede meridianamente claro, para lo cual los
acuerdos y decisiones quedan convenientemente registrados por escrito, con el
compromiso expreso de los cargos electos de cumplir una serie de funciones y
objetivos, de manera que, en el momento que la mayoría decida que se ha
producido un incumplimiento, mal uso o pérdida de la confianza otorgada a una
persona, ésta deberá abandonar inmediatamente su cargo.
Pero la
participación no se limita al funcionamiento interno de los grupos o partidos,
sino que debe hacerse extensiva al resto de la ciudadanía, lo cual implica (3):
a) Listas
abiertas: Los candidatos no tienen por qué ser miembros del partido, cualquier
persona que lo desee (4), cumpla con los requisitos legales para ser candidato
a unas elecciones, sea avalado por algún grupo local del partido y firme un
compromiso en relación al programa del partido, podrá ser votado por todos los
ciudadanos para formar parte de las listas del partido.
b)
Extensión y solidaridad: Los miembros del partido deben ponerse en contacto y
colaborar con otros grupos y asociaciones que realicen alguna labor social que
concuerde con los objetivos y el programa del partido, haciéndose eco de sus
propuestas, reclamaciones y objetivos, colaborando para que éstos lleguen a conocimiento de las
instituciones competentes, e incluso incorporando dichos objetivos al programa
del partido, si la mayoría de los miembros así lo decidiese.
Todo esto, dicho así de resumido y en teoría, no parece difícil, pero en la
práctica resulta que, al tratar de ponernos a andar, las piernas no nos
responden, nos tiemblan, titubeamos, tropezamos... ¡No estamos acostumbrados! Se
nos pide que participemos, que seamos creativos, que escuchemos, que debatamos
con serenidad, sin acritud, sin pretender imponer nuestro criterio por encima del de los demás, que
colaboremos, que empaticemos, que seamos solidarios, pacientes y generosos…
¡Buffff! ¡Qué duro es esto de la democracia participativa! Pero qué aventura
tan apasionante y qué grande puede ser la recompensa!
Quizás no quede tanto tiempo para que todos estemos “correteando libremente
por ahí”, felices y contentos, como las gallinas de Oliver ¡De nosotros depende! ¡Podemos!
Resuena en el sombrero: “Come Together”.- The Beatles (Liverpool (UK), 1969).
(1) Como dice “El Pala”: “Me fastidia cuando dicen que soy “antisistema”, ... a ver, yo no voy contra el sistema, es el sistema el que me ha agredido a mi!”.
(2) Si hacéis este ejercicio: Contad las veces que sale la palabra “esfuerzo” en el discurso de los políticos, banqueros y otras personalidades de la vida pública, en los medios de comunicación ¡Os sorprenderéis del número!
(2) Si hacéis este ejercicio: Contad las veces que sale la palabra “esfuerzo” en el discurso de los políticos, banqueros y otras personalidades de la vida pública, en los medios de comunicación ¡Os sorprenderéis del número!
(3) Se admiten propuestas para completar este listado de actuaciones
¡Participación abierta de la ciudadanía ante todo!
(4) El Partido X ha llegado al extremo de proponer candidatos a sus listas
abiertas sin que los mismos hayan dado su consentimiento previo, simplemente
porque habían sido votados por la gente entre los más adecuados para
representarles, lo cual, evidentemente, no es lícito y vulnera las más
elementales normas de educación y cortesía (los “modales”, que se decía antes).
1 comentario:
La realidad pura y dura.
Publicar un comentario