martes, febrero 18, 2014

LOS DE ABAJO ARRIBA




Nuestra cultura occidental, forjada a base de guerras, revoluciones, luchas, odios y rencillas entre Estados, religiones, nobles feudales, dictadores, partidos, facciones y simples vecinos, nos ha enseñado que, en este mundo, sólo hay dos opciones: O eres de los que están arriba (ganadores) o eres de los que están abajo (perdedores). En los últimos tiempos, afortunadamente, hemos sustituido las luchas sangrientas por contiendas deportivas, en las que se sigue fomentando la competitividad que, suponemos y nos aseguran, es algo natural y consustancial al ser humano.

Pues bien, estudios científicos recientes demuestran que todo eso es FALSO: Los seres humanos, libres de presiones externas, tendemos a colaborar, de forma espontánea y natural, para resolver los problemas. Pero entonces ¿Por qué nos gustan tanto las competiciones deportivas? Lo realmente divertido del deporte es jugar y, en aquellos deportes colectivos, también lo es la colaboración y la coordinación que supone el trabajo en equipo. La competición sólo añade tensión y estrés para los participantes, si bien para los espectadores supone esa chispa de morbo a la que somos tan adictos.
Está claro que nos han inculcado que la estrategia predominante e incluso única es la de ganar-perder. Es cierto que durante los últimos años, en los cursos de trabajo en equipo, inteligencia emocional y resolución de conflictos se nos dice que la mejor estrategia es la de ganar-ganar, pero, sin embargo, ésta sólo se aplica a ámbitos reducidos como el funcionamiento interno de la propia empresa, al objeto de competir mejor dentro del mercado "libre". Es decir, que a nivel de funcionamiento de la sociedad se sigue aplicando el principio ancestral de machacar al enemigo, el revanchismo y la ley del ojo por ojo.
Estos sentimientos son nefastos para nuestra salud física, mental y emocional. Hemos construido entre todos un sistema intrínsecamente perverso en el que nadie es feliz. Los de abajo, los oprimidos, los explotados, los marginados es evidente que lo están pasando muy mal, el índice de pobreza en España y en la mayor parte del mundo se ha disparado hasta límites insostenibles. ¿Y los de arriba? ¿Creemos que son realmente más felices los que están arriba? Seguro que ellos no sufren penurias económicas, pero… ¿Puede ser realmente feliz alguien como José María Aznar, encerrado tras los muros de 3 metros de alto de su mansión de 3 millones de euros, rodeado permanentemente de seguridad, alarmas, guardaespaldas y escoltas, sin poder salir a tomarse una caña tranquilamente al bar de la esquina? En este mundo, cada vez con mayores desigualdades, los pobres cada vez viven peor, pero los ricos se ven obligados a vivir cada vez más aislados y encerrados en sus jaulas de oro. Si lo pensamos bien, en el fondo, absolutamente todos somos víctimas de un sistema intrínsecamente perverso.
Tarde o temprano, todos o al menos una mayoría significativa de la población, nos daremos cuenta de que es necesario cambiarlo antes de que el sistema acabe con nosotros y con buena parte del planeta, debido a los insostenibles y enormes desequilibrios ambientales que estamos produciendo, porque no sólo estamos machacando nuestra salud, nuestra mente y nuestra cultura, si nos tratamos mal a nosotros mismos qué no estaremos haciendo con el aire, el agua, el suelo y todos los seres vivos con los que compartimos este planeta?

Los cambios para avanzar en la buena dirección no deben consistir en un quítate tú para ponerme yo, ni en un revanchismo visceral. Hay que superar las emociones irracionales de las ideologías y concentrarnos en la colaboración de todos, fomentando la máxima participación ciudadana en la toma de decisiones, una distribución justa de la riqueza aplicando la justicia y el sentido común ¡No es tan difícil hacer las cosas bien!... Si se quiere, claro.

Resuena en el sombrero: “Nueva Internacional”.- Egon Soda (Barcelona, 2013).

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