miércoles, marzo 26, 2014

ADIÓS AL HOMBRE DE ESTADO, SE MARCHA LA DIGNIDAD Y LA CONCORDIA





Fue un hombre sencillo, austero, un sobrio castellano, un padre de familia al que el destino tenía reservado un papel fundamental en la HISTORIA.
Un hombre con sus virtudes y sus defectos, como todos, quizás con una extraordinaria capacidad de trabajo, diálogo y comunicación, con un espíritu de consenso y un valor por encima de lo habitual, pero un hombre de la calle, normal, al fin y al cabo.
Quizás demasiado normal, honesto y sencillo como para ocupar un cargo de alto dignatario y vivir en la Moncloa, por lo que fue desalojado bastante pronto.
Como todo hombre era frágil y perecedero, la decadencia senil le concedió el triste consuelo que supone la pérdida de gran parte de su memoria y otras facultades mentales, porque, si un hombre noble e íntegro como él, hubiese sido plenamente consciente de las cotas de mediocridad y corrupción que han alcanzado algunos de los herederos de aquella incipiente democracia que él ayudó a construir, si hubiese asistido al triste espectáculo de ver a un pueblo maltratado salir masivamente a las calles para expresar su malestar y su indignación contra un sistema que niega un futuro digno para sus hijos, si se hubiese dado cuenta de todas esas cosas, probablemente Suárez se habría muerto igualmente, pero de pena, ese mismo día 23 de marzo de 2014.
Su fortaleza provenía de su tremendo sentido de Estado, un inquebrantable compromiso y responsabilidad que rápidamente supo ver el Rey Don Juan Carlos, quien le convirtió en el necesario colaborador para llevar a cabo la complicada misión de la transición de la dictadura franquista a la democracia constitucional.
Suárez fue franquista en sus inicios, pero todos le recordaremos como un hombre de centro y de UNIÓN, porque, ahora que se está revisando su biografía, me ha llamado la atención el dato de que la UCD se fundó uniendo 15 partidos distintos, algo totalmente impensable en estos momentos.

También se ha recordado el discurso que pronunció cuando se le concedió el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia en 1996: “La transición fue sobre todo, a mi juicio, un proceso político y social de reconocimiento y comprensión del distinto, del diferente, del otro español que no piensa como yo, que no tiene mis  mismas creencias religiosas, que no ha nacido en mi comunidad, que no se mueve por los ideales políticos que a mi me impulsan y que, sin embargo, no es mi enemigo sino mi complementario”. ¡Qué diametralmente opuestas son estas sabias palabras respecto a las desafortunadas declaraciones de Ignacio González (Presidente de la Comunidad de Madrid) quien, hace poco, comparó a los participantes en las “Marchas de la Dignidad” con los miembros de un partido neonazi griego!

Las mafias de listillos, obnubilados por aquella incipiente democracia, enseguida se dieron cuenta del chollo que suponía conseguir votos, llegar al poder y manejar el cotarro con el único fin de arrimar el ascua a su sardina. De forma que las personas nobles, honradas e íntegras empezaron a resultar molestas en el seno de las cúpulas de los partidos, dominadas por una gente sin escrúpulos, que anteponen los negocios, la lealtad, el favoritismo, el amiguismo, el dinero y los privilegios a las ideas, la justicia, la resolución de los problemas, el bien común y hasta los derechos humanos.

De forma vertiginosa, emergió una casta de mandatarios corruptos, vendidos a los oligopolios y lobbies de grandes empresas. Se ha producido una selección negativa de nuestros políticos que, paulatianmente, nos ha conducido hasta la actual “áurea mediócritas”, que conforma la decadencia de la democracia representativa que forjaron con esfuerzo, sacrificio, ilusión y devoción grandes hombres de Estado como Adolfo Suárez.

¿Quién le iba a decir a aquel recién nombrado Presidente del 79 que aquella democracia tan nueva, fresca, ilusionante y esperanzadora se transformaría con el paso de los años en una oligocracia decrépita, cada vez más próxima a una nueva dictadura?

Es tiempo de un nuevo cambio, de una revolución, estos tiempos de crisis, de cambio de era, deben conducirnos a dar un nuevo paso hacia la democracia participativa, una democracia más real y auténtica, en la que el protagonismo no recaiga en líderes carismáticos sino en el conjunto de la ciudadanía.

La sencillez y la normalidad de Adolfo Suárez nos enseña una valiosa lección: Con un poco de ganas, dedicación y valor, cualquiera puede hacer POLÍTICA (con mayúsculas), cualquiera podemos ser un hombre de Estado,… y más que eso, muchos hombres y mujeres, dign@s habitantes del planeta Tierra.

Resuenan en el sombrero: “Heart of Gold”.- Neil Young (Canadá, 1971). Y “Man with the golden heart”.- The Stems (Australia, 1985).

2 comentarios:

Miguel D dijo...

En efecto Suárez nos recuerda al político que hoy no tenemos: una persona honesta, capaz de llegar a acuerdos con quien no piensa como él, dialogante... He sentido pena de ver a los políticos actuales en su funeral, pronunciando palabras vacías, cuando no intentando compararse con él... Me he acordado de aquella frase de "no te acerques que me tiznas"
Estoy seguro que estando él en el poder en estos momentos, no intentaría criminalizar el 22M sino entender porque decenas de miles de personas protestan en la calle y qué se puede hacer para arreglarlo. Un saludo

Mad Hatter dijo...

Efectivamente Miguel, muchas gracias por tu comentario.
El problema fue y es que las personas honestas y con principios sólidos molestan en los partidos, mientras que los que ascienden son los arribistas, pelotas y mediocres... Así nos luce el pelo, claro.
Un saludo.