miércoles, enero 26, 2011

1.167 AÑOS






Un frío anochecer de finales de noviembre del año 882, un pequeño bando de zorzales alirrojos que se encontraba de paso en su viaje migratorio hacia el Sur, se refugió en una mata de acebo para alimentarse con sus rojas bayas y pasar la noche a resguardo del viento, antes de acometer la dura tarea de atravesar la Sierra de Moncalvillo.

El acebo se encontraba entre los peñascos del borde de un canchal, en una ladera de umbría, estratégicamente situado a sotavento del cierzo helador, en el claro de un hayedo.

Los zorzales, al defecar durante la noche, dejaron el regalo de una semilla de tejo que quedó dormida entre los intersticios de las rocas del canchal.

Pasaron dos primaveras, hasta que en el amanecer del radiante día del 23 de mayo del año 884, la semilla de tejo despertó de su letargo y emitió un tierno brote, mientras en la lejanía del valle del Iregua resonaba el fragor de la batalla de Clavijo, y el resplandor del sol reflejado en la espada que blandía Santiago Matamoros iluminó fugazmente sus verdes hojas.

Esta batalla de Clavijo se produjo como consecuencia de que el rey cristiano Ramiro I de Asturias se había negado a pagar los tributos de los emires árabes, especialmente el tributo de las Cien Doncellas, lo cual exasperó a las huestes musulmanas que acudieron raudos a la Guerra Santa contra los cristianos, quienes vencieron debido al auspicio del Apóstol Santiago, que se le había aparecido en sueños al rey Ramiro I.

En apoyo del rey también acudió el noble Don Sancho Fernández, a quien se había encomendado la defensa de Cameros y La Rioja. En mitad del combate, perdida su arma por circunstancias de lid, tomó Don Sancho una rama de tejo y la empleó como arma ofensiva contra los musulmanes, al grito de "¡Teixedo!". A raíz de estos acontecimiento se fundaron los solares de Tejada y Valdeosera.

Unos años más tarde, en el 918, Ordoño II de León y Sancho Garcés I de Navarra unieron sus fuerzas para atacar las propiedades riojanas de los Banú-Qasi del emir Abderramán II; tras una campaña fulgurante, el rey navarro fortificó los castillos de Arnedo y Viguera. Pero el control cristiano fue efímero, ya que el 31 de julio del 920, Abderramán III entraba de nuevo en el castillo de Viguera, tras su victoria en Valdejunquera, haciéndolo destruir al encontrarlo vacío. Tres años después, reconquistaba la villa el rey navarro Sancho Garcés I.

Mientras los hombres andaban atareados en sus violentas disputas y contiendas, la vida de nuestro joven tejo transcurría sin demasiados contratiempos en la tranquilidad de su alto canchal, únicamente perturbada muy de vez en cuando por algún desprendimiento de rocas, la acción del hielo y la nieve, o quizás algún que otro mordisco de algún corzo despistado o de alguna cabra que algún valiente pastor se había atrevido a llevar hasta estos abruptos parajes, en los que todavía reinaba el lobo; ya que, en aquellos tiempos, las gentes diezmadas por las hambrunas del medievo y las manadas de lobos hambrientos, mantenían a raya a las poblaciones de caza mayor, hasta llevar a los cérvidos al borde mismo de la extinción.

Por eso, cuando en los siglos XIII y XIV se produjo el apogeo ganadero impulsado por el Honrado Concejo de la Mesta, nuestro tejo, que ya contaba con más de 400 años, había alcanzado una altura y porte suficientes como para escapar sin problemas al ávido diente de la cabra y la vaca, y los acebos y las hayas que le hacían sombra en sus primeros años, hace tiempo ya que murieron de viejos y sus troncos putrefactos yacían a su alrededor aprovisionándole de esponjosa materia orgánica repleta de nutrientes, que le ayudaron a crecer y extender su oscuro y follaje por esa zona del canchal, entre cuyas rocas ya despuntaban algunos nuevos retoños procedentes de semillas de la vieja madre tejo.

Los despojos y restos de las ramas, cortezas y hojarasca del tejo contienen unos alcaloides tóxicos con un notable efecto alelopático, de manera que impiden la germinación de plantas bajo su copa y de árboles competidores en las proximidades.

Con la madera de tejo se fabricaban los arcos de mayor alcance de la época, lo que motivó que fuese una especie protegida por la Corona Inglesa durante la Edad Media, siendo la horca la pena que se imponía a quien osara cortar o dañar un tejo real. Sin embargo, nuestro protagonista ibérico, que vive en un apartado canchal de la Sierra de Moncalvillo, es posible que sufriera alguna que otra poda proferida por algún aprendiz de Robin Hood.

En 1398 se firmó la llamada Concordia del Monte Moncalvillo, mediante la cual se reguló la explotación de dicho monte, fijándose los límites de aprovechamiento común a ambos concejos: el de las Villas del Campo (Navarrete, Manjarrés, Sotés, Hornos, Daroca, Entrena, Sojuela y Sorzano) y el de las Villas del Iregua (Nalda, Viguera y Castañares de las Cuevas).

Durante el siglo XVI se roturaron activamente los bosques para extender la superficie cultivada ante la mayor demanda de alimentos de la creciente población.

En este período de aumento considerable de la presión humana, nuestro ya maduro tejo de 700 años, junto con sus vástagos de 100 a 500 años, consiguieron aguantar el azote del fuego y el hacha, acantonados en su inexpugnable refugio del canchal serrano.

En los siglos XVII y XVIII la ganadería entró en un período de crisis que culminó con la desaparición de la Mesta en 1836.

Un hito importante para la protección de estos montes se produjo con la promulgación en 1748 de las Reales Ordenanzas para repoblar los montes con hayas, encinas, robles, castaños, nogales y chopos, aprovechando riberas y vertientes, de manera que cada vecino debía plantar al menos cinco árboles en tierras baldías y montes.

Estos montes, al estar cubiertos por especies norteñas, tales como hayas, robles y acebos, tuvieron la suerte de escapar a la Desamortización de Mendizábal y la Ley Madoz (1834 – 1855), por las que numerosos montes públicos y propiedad de la Iglesia pasaron a manos privadas, siendo la mayoría de ellos roturados, esquilmados o malogrados. De forma que la inmensa mayoría de los montes de la Sierra de Moncalvillo han logrado conservarse intactos, formando parte del patrimonio de los ayuntamientos, mancomunidades y, a partir del 2001, también de la Comunidad Autónoma de La Rioja.

Sin embargo, durante esta loable última etapa de estabilidad y profesionalidad de la gestión forestal, hay que reseñar que, a raíz de la reintroducción del ciervo en las sierras de la Demanda y Cameros, realizada en los años 1970 mediante la realización de sueltas de ejemplares procedentes de la Sierra de Cazorla y los Montes de Toledo, las densidades de grandes herbívoros (cérvidos + ganado) que se han alcanzado en muchas zonas de la sierra dificultan enormemente la regeneración y el desarrollo de los ejemplares jóvenes de tejo. Si bien, afortunadamente, en la zona del apartado canchal donde vive nuestro protagonista (primera foto) hay unos pocos ejemplares jóvenes que, aunque algo recomidos (quinta foto), parece que tienen el desarrollo suficiente como para garantizar la permanencia de esta antigua y valiosa especie, verdadera joya botánica de nuestros montes.

Es de reseñar el hecho ocurrido el 9 de febrero de 1995 en el anfiteatro de la Plaza Joaquín Elizalde de Logroño, cuando, con motivo de la conmemoración del Noveno Centenario del Fuero de Logroño, Sus Majestades Don Juan Carlos y Doña Sofía plantaron allí un tejo de unos 50 años de edad.

Porque hay que decir que, aunque esta especie es escasa en nuestros montes, resulta bastante frecuente en muchos jardines europeos, así como en los cementerios ingleses y bretones, debido a que, por su gran longevidad, simboliza la vida eterna, existiendo ejemplares cuya edad supera los 3.000 años.

Debo confesar que, cuando realicé las fotos de arriba, no me pude resistir al impulso de abrazar algunos de estos bellos, imponentes, mágicos y longevos árboles. Me sorprendió comprobar lo increíblemente cálido y suave que es el tacto de su corteza. Uno siente que su cuerpo es recorrido por una tremenda energía vital que transmite mucha paz y serenidad ¡Ojalá cumplan otros 1.167 años! ¡Larga vida!

miércoles, enero 19, 2011

PLANTAS CONTRA EL CÁNCER



Hace siglos que la medicina está buscando un remedio eficaz para combatir la terrible enfermedad del cáncer, en sus diversos tipos. En este año internacional de los bosques que comienza, me alegra poder decir que algunos de los mejores remedios conocidos, como en tantos otros casos, provienen del reino vegetal.

Pero lo más sorprendente es que se trata de especies que llevan siendo utilizadas durante siglos en diversas regiones de Sudamérica, de forma tradicional, para tratar el cáncer y otras muchas afecciones, pero que, de manera vergonzante para la estirpe humana, se han venido ocultando durante muchos años, pese a los numerosos estudios científicos que avalan sus propiedades y su eficacia ¿Por qué? El motivo hay que buscarlo, una vez más, en la codicia y los intereses de las grandes empresas multinacionales que dominan el mercado y la industria farmacéutica, las cuales han tratado de sintetizar los principios activos de estas plantas de manera artificial, y, al haber fracasado en el intento, han tratado por todos los medios de ocultar la información obtenida, ya que las plantas silvestres están en la naturaleza, no pueden patentarse y pueden ser utilizadas por todo el mundo que las recolecte o las cultive, siempre que no exista una normativa legal que lo prohiba o que regule su uso y aprovechamiento (como veremos al final).

La planta que tiene propiedades más potentes contra el cáncer es un pequeño arbolillo frutal de la familia de la Chirimoya (Annonaceae) conocido como Graviola, Guanábana, Huanábano, Catuche, Catoche, Anona de México, Masasamba, Corosol o Chirimoya brasilera (Annona muricata L.). Es un árbol pequeño, de unos 8 a 10 m. de altura, que crece cultivado en casi toda la América tropical. Tiene unos frutos carnosos de 15 a 20 cm. de largo (primera foto), de sabor agradable, que se industrializan para la preparación de zumos, néctares, mermeladas y helados.

En la medicina tradicional sus frutos se usan para combatir el raquitismo. La corteza, la raíz y las hojas se usan para tratar la diabetes (en infusión) y también como antiespasmódico. Las hojas machacadas con sal, aplicadas como emplastos, se usan para tratar los tumores. Y las hojas son también útiles, en cocimiento, como antidisentérico.

Pero su mayor importancia radica en su uso para el tratamiento de ciertos tipos de cáncer, por la presencia en las hojas de acetogeninas, unas sustancias 10.000 veces más potentes que la adriamicina, que es lo que se usa actualmente en la quimioterapia para el control del crecimiento de las células cancerígenas, y que, además carecen de los perniciosos efectos colaterales de esta sustancia química.

Las acetogeninas son sustancia cerosas que resultan de la combinación de ácidos grasos de cadena larga (C32 ó C34), con una unidad de 2-propanol en el carbono 2, para formar una lactona terminal. Un estudio realizado en la Universidad de Pardue (California), demostró que las acetogeninas inhiben selectivamente el crecimiento de células cancerígenas y de los tumores resistentes a la adriamicina, respetando la integridad de las células de los tejidos sanos. Estudios realizados entre los años 1998 y 2000, por McLaughlin han revelado que las acetogeninas son inhibidores del complejo I de la cadena de fosforilación oxidativa, de manera que bloquean la formación de ATP, la molécula que aporta la energía que necesita la célula cancerosa para poner en funcionamiento su bomba mediada por P-glucoproteína, que le permite mantenerse activa. Las acetogeninas también inhiben la ubiquinona oxidasa, enzima dependiente del NADH, que es propia de la membrana plasmática de la célula cancerosa. McLaughlin realizó sus investigaciones con las acetogeninas Bullatacin y Bullatacinone.

Sin embargo, estudios en el Caribe sugieren una conexión entre el consumo del fruto de la guanábana y formas atípicas de la enfermedad de Parkinson, debido a la muy alta concentración de annonacina. La concentración de esta sustancia en la fruta (15 mg/fruta) o en el néctar comercial (36 mg/lata) es cien veces mayor que en el té elaborado a partir de sus hojas (140 mg/taza). Por eso, es importante tomarla en forma de infusión con las hojas y sólo 2 tazas al día, para no sobrepasar la dosis de annonacina que podría producir formas atípicas de Parkinson.

Utilizada de esta forma, la Graviola o Guanábana destruye las células malignas en 12 tipos de cáncer, incluyendo el de colon, de pecho, de próstata, de pulmón y de páncreas, sin afectar a las células sanas.

Otro género de plantas con efectos probados sobre el cáncer son diversas especies de Kalanchoe (en la foto el "Espinazo del Diablo" (K. daigremontiana)), de la familia de las Crasuláceas, también originarias de sudamérica, donde se utilizan tradicionalmente en uso interno (ingesta) contra diarreas, fiebres y para curar el cáncer, debido a que uno de sus principios activos, los bufadienólidos, tienen acción antitumoral, eliminando las células cancerosas y los tumores.

En forma externa, emplasto con las hojas machacadas o mezclando el jugo de las hojas con aceite vegetal o vaselina, se usa contra hinchazones, tumores, abscesos, quemaduras y heridas de difícil tratamiento. El ungüento detiene hemorragias, es antiinflamatorio, astringente y cicatrizante. También se usa el jugo de la planta como colirio para los ojos. Es una planta de amplio espectro que puede sanar daños celulares en muchos órganos como: diabetes, afecciones a los pulmones, riñones, aparato urogenital, aparato digestivo, la piel y afecciones de la mujer (pechos, útero, fertilidad, etc.) y problemas circulatorios, entre otros.

En Europa se usa para tratar enfermedades psicológicas como la esquizofrenia, las crisis de pánico y los miedos.

Las partes utilizadas son principalmente las hojas, que tienen un gusto acidulado. Se pueden tomar de forma externa o interna según lo que queramos tratar:

Externamente: Hojas machacadas en forma de cataplasma, compresa o emplaste, jugo de las hojas con aceite o vaselina para usar como ungüento. Usada así, la planta es antiinflamatoria, antihemorrágica, astringente y cicatrizante.

Internamente: Hojas crudas en ensalada o zumo fresco u hojas en infusión. Dosis para uso interno: Una hoja grande o 3-4 hojas pequeñas al día, que en peso equivalen a unos 50 gramos diarios de planta fresca.

Contraindicaciones: No tomarla durante el embarazo, ya que pueden estimular el útero. No conviene usar la planta de forma continuada por largos períodos de tiempo, debido a cierta acción inmunodepresora. Su composición incluye compuestos como los bufadienólidos, que son glucósidos cardíacos, por lo que en pacientes afectados por cardiopatías hay que consultar con el médico. La investigación clínica efectuada sobre las Kalanchoe indica que puede haber toxicidad si se abusa de la planta y señala que hasta dosis de 5 gramos de planta por kilo de peso no hay toxicidad (esto equivale a unos 350 g. de hoja para una persona de 70 kg., que es una dosis siete veces superior a la aconsejada).

Casualmente, a partir del 1 de abril de 2011, el uso de plantas medicinales no sujetas al negocio de las empresas farmacéuticas -las mismas que sacaron pingües beneficios del fraude de la gripe A por ellas generado- será ilegal en la Unión Europea, en virtud de una directiva de 2005 que entra en vigor ese día.

En el año 2005 se aprobó la Directiva Europea de Medicamentos a base de Plantas Tradicionales, que es una subdirectiva de la Ley europea de Medicamentos. Esta directiva exige a todas las preparaciones herbolarias los mismos procedimientos que los utilizados por los productos farmacéuticos, incluso si la hierba ha sido utilizada como remedio durante miles de años. Los gastos para conseguir esta aprobación son tan altos, que sólo las grandes empresas pueden pagar (del orden de £80.000 a £120.000 libras por hierba), y cada hierba que forme parte de un compuesto tiene que ser tratada por separado. Esta ley exige, para poder vender una planta en un herbolario, al menos una historia de 30 años de uso seguro de los cuales al menos 15 en algún país de la Unión Europea. Esto significa que las plantas descubiertas hace menos de 15 años no podrán venderse, y las demás solo se permitirá su venta si están incluidas en una Lista Positiva de Plantas Medicinales tradicionales "seguras". El periodo de transición para ir retirando productos concluye el 2011, año en el cual tienen que estar retirados todos los extractos y plantas ilegalizados por esta nueva legislación.

Esta ley se quiere imponer en todo el mundo, al ser una medida auspiciada por las grandes multinacionales farmacéuticas, a través de un acuerdo mundial llamado Codex Alimentarius.

Como hemos visto, los principios activos de las plantas, aunque naturales, no dejan de ser sustancias bioquímicas y medicamentos que hay que tomar con precaución y respetando las dosis, ya que también existen contraindicaciones y riesgos, pero entiendo que éstos pueden ser perfectamente asumibles, cuando su eficacia está avalada por una investigación científica razonable, y su uso está basado en una práxis tradicional secular. Máxime cuando de lo que estamos hablando es de la posibilidad de salvar millones de vidas. Por eso, creo que merece la pena ayudar a difundir esta información, y deberíamos exigir a los poderes públicos que deroguen o modifiquen la Directiva Europea de Medicamentos a base de Plantas Tradicionales, estudien más estas platas y todas aquellas que puedan ser útiles a la sociedad, y si sus efectos son tan buenos como parece, debería promocionarse su cultivo, comercialización y su uso adecuado, sin ningún tipo de cortapisas, y si para ello es necesario o se estima justo y conveniente indemnizar a las empresas farmacéuticas por las investigaciones que realizaron y financiaron inicialmente ¡Hágase! Aún así estoy seguro que nos ahorraríamos miles de millones de euros en la investigación y en el tratamiento de los casos de cáncer, tanto en la sanidad pública como en la privada, y sobre todo liberaríamos a millones de personas del suplicio que supone la quimioterapia actual.

jueves, enero 13, 2011

EL INFIERNO ESTA LLENO DE BUENAS INTENCIONES





A comienzos de año suele ser habitual plantearse buenos propósitos, aunque para esta loable labor conviene ser realistas y proponerse metas alcanzables y realizables, así como comenzar con cosas sencillas y concretas. Así que, como nos estamos aproximando al tiempo apropiado para realizar la poda de la mayoría de las especies leñosas, simplemente voy a proponer el siguiente objetivo: podemos bien, por favor.

Empezaré por enseñar lo que no hay que hacer, y un buen ejemplo de ello es la aberración que aparece en las fotos de arriba. Hay mucha gente que se cree que forzando a los árboles, mediante podas salvajes, van a conseguir que éstos "se estiren", crezcan más y mejoren su porte, y para ello llegan hasta el extremo de cortar casi todas las ramas, dejando únicamente un ridículo penacho de hojas en la cúspide. Esto es, a todas luces, un tremendo atentado que daña y debilita enormemente a los árboles.

No debemos olvidar que las plantas se nutren a través de sus hojas, y éstas suelen estar prendidas en las ramas, así que siempre hay que dejar el suficiente número de hojas para que el árbol pueda nutrirse y desarrollarse correctamente. Con la poda, lo que se pretende es favorecer la dominancia apical, la correcta ramificación, mejorar la calidad de la madera del fuste y dificultar la propagación de incendios, para lo cual lo que se hace es eliminar las ramas del tercio inferior de la altura total del árbol, y aquellas ramas superiores que puedan producir bifurcaciones o tiendan a crecer verticalmente compitiendo con la guía terminal.

Para la producción de madera, lo ideal es que las ramas sean finas, horizontales y se distribuyan lo más homogéneamente posible a lo largo del tronco, es decir que no se aglomeren en verticilos que puedan producir deformaciones y un exceso de nudos.

Si nos pasamos en la eliminación de ramas y dejamos el tronco excesivamente desnudo, van a suceder tres cosas: en primer lugar el árbol se debilita por una pérdida excesiva de follaje (hojas captadoras de energía), la corteza puede sufrir una insolación excesiva y producirse quemaduras en la cara orientada al sur, y también es frecuente la indeseable emisión de "chupones" en la base del tronco.

Si lo que se pretende con la poda es favorecer la fructificación (árboles frutales), no nos interesan fustes altos y limpios, sino todo lo contrario, hay que procurar que las ramas gruesas se abran desde un baja altura y que las ramas secundarias se extiendan horizontalmente sin cruzarse, ni estorbarse, ni rozarse, de forma que el máximo número de ramas queden bien iluminadas y aireadas, con una estructura lo más sencilla posible, similar a lo que podría ser la de un paraguas con sus varillas abiertas.

Con respecto a la época apropiada para realizar las podas, lo que se busca es que las heridas permanezcan abiertas el mínimo tiempo posible, sin dañar la época más sensible que es la brotación y la floración, teniendo una buena visibilidad de las ramas de los árboles. Por eso, el momento más apropiado para la mayoría de las especies suele ser el final del invierno (febrero y principios de marzo), poco antes de que el árbol comience a brotar, de forma que, durante la primavera y el verano, en su crecimiento anual, produzca nuevas capas de madera y corteza que cubran las heridas lo antes posible. Para ello también es importante procurar no retrasar mucho tiempo las podas, es decir, que cuanto más finas sean las ramas que se cortan mejor, para que el diámetro de las heridas sea el mínimo posible.

Sin embargo, hay algunas excepciones a esta regla general, como por ejemplo sucede con los cerezos (Prunus), debido a que son muy sensibles a que penetren hongos y bacterias patógenas durante el invierno, motivo por el que suelen evitarse riesgos podando en mitad del verano (julio), de forma que durante los meses de agosto y septiembre al árbol le da tiempo a proteger o cerrar la mayor parte de las heridas, y la eliminación de parte del follaje en pleno estío ayuda al árbol a reducir el estrés hídrico que suele sufrir en esta época de habitual sequía en nuestros climas mediterráneos.

En cuanto a cómo de pegado al tronco debemos cortar las ramas, no es bueno ni dejar un muñón, ni eliminar parte de la corteza del tronco, lo ideal es cortar justo por encima del rodete de inserción de la rama, un pequeño pliegue o arruga de la corteza que suele haber justo en el punto en el que la rama se une al tronco, procurando que el corte sea limpio, sin dejar flecos ni rasgaduras. De nuevo, todo va encaminado a favorecer que la cicatrización se produzca lo antes posible.

Si no tenemos más remedio que cortar ramas relativamente gruesas, conviene proteger las heridas con una pasta selladora, ahora hay productos que permiten la transpiración, favorecen la cicatrización y evitan la infección de hongos (fungicidas). La práctica antigua de cubrir las heridas con brea, pintura sintética o incluso cemento no es aconsejable.

Capítulo aparte merecería la poda de los bonsais, pero eso es algo muy específico en lo que no voy a entrar ahora.

Bueno, así que ya lo sabéis, a podar bien! Y si encima conseguís dejar de fumar, ya sería la hostia!

domingo, enero 02, 2011

QUERIDOS KINKS MAGOS...





Aprovechando el espléndido día de sol que hoy nos ha regalado, esta mañana he ido a dar un paseo por los jardines del Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Y de repente, entre el rincón dedicado al sabinar y el del matorral mediterráneo, me ha parecido identificar un rostro tremendamente familiar,... pero bueno,... un momento... vamos a ver... ¡No puede ser! ¿¿¿¡¡¡Una escultura del busto de nuestro amigo “Atikus” en el Museo de Ciencias Naturales!!!??? ¿Cómo es posible? Totalmente sorprendido y boquiabierto me acerco a la estatua y compruebo con asombro que se trata de Don Luis Benedito Vives, un ilustre taxidermista que, a finales del siglo XIX, realizó su excelente trabajo en el Museo de Ciencias Naturales ¡Qué curioso! Pero es que el jodío es clavadito a “Atikus”, comprobadlo vosotros mismos en las fotos segunda y tercera.

La mayoría de los que visitáis este blog con cierta asiduidad conocéis o habéis oído hablar de nuestro querido amigo “Atikus” (en las fotos tercera y cuarta). Y estoy seguro que todos echamos de menos sus amenas y originales entradas sobre películas, actores, actrices y en general todo lo que tiene que ver con el cine y, en ocasiones, también con la música, sin duda dos de sus grandes pasiones.

Algunos de nosotros tenemos la gran suerte de conocerle en persona, en mi caso desde hace ya unos cuantos años, incluso décadas. La primera vez que le vi, cuando él tocaba la guitarra en los inolvidables “Ciento Bailando", fue en las puertas de la legendaria sala “Rockola”, con su sonrisa burlona, su pelo encrespado y sus boogies de gamuza azul, no pude evitar relacionarle con uno de mis ídolos musicales de entonces, el gran Germán Coppini, cantante de “Golpes Bajos” (en la quinta foto).

Sin embargo, después de escuchar el impresionante disco “The Kinks Choral Collection” (que ya traje a colación cuando lo descubrí gracias a Radio 3), salvando las distancias, he descubierto ciertas similitudes entre nuestro amigo “Atikus” y el bueno de Ray Davies (en la primera foto).

Ferni Atikus” siempre se ha caracterizado por su agudo sentido del humor, por lo que estoy seguro que sabrá perdonarme esta pequeña broma, al igual que Ray Davies siempre hizo gala de un exquisito humor inglés, no exento de una irónica visión crítica del mundo. Por otra parte, los Kinks le dedicaron una canción a esos inmortales “héroes del celuloide”, por eso, ahora que se acerca la festividad de los Reyes Magos, me apetece regalarle a “Atikus” esta impresionante versión del “Celluloid Heroes”, a cargo del líder de unos auténticos reyes musicales “The Kinks”, acompañado grandiosamente por las voces corales del “The Crouch End Festival Chorus”:

¡Vivan The (Kings) Kinks!¡Larga vida al Rey Ray! ¡Larga vida a “Atikus”!

De propina he añadido dos de mis canciones favoritas de los Kinks (estas se las dedico a mi amada Noelia): Por un lado, la archiconocida “You Really Got Me” (también en la impresionante versión coral); y por otro, una de las menos conocidas, en este caso compuesta por Dave Davies (el hermano menor de Ray) , se trata de “Love Me Till The Sun Shines” (incluida en su LP “Something Else By The Kinks”), que quizás hubiese pasado aún más desapercibida si no hubiese sido versioneada por “The Lyres” en 1986, cuando, otro genio loco de la música, Jeff Conolly, consiguió mejorar la canción, prolongando ese final con palmas y órgano que en la versión original se queda corto y nos sabe a poco.

Resuenan en el sombrero: “Celluloid Heroes” y “You Really Got Me”.- Ray Davies (London, 2009) y “Love Me Till The Sun Shines”.- The Kinks (London, 1967):




P.D.: Querido “Atikus”, ya sé que hubieses preferido que hubiese sonado la música de tus queridos “Ramones”, pero me ha salido así, macho ¡Qué le vamos a hacer!