jueves, enero 13, 2011

EL INFIERNO ESTA LLENO DE BUENAS INTENCIONES





A comienzos de año suele ser habitual plantearse buenos propósitos, aunque para esta loable labor conviene ser realistas y proponerse metas alcanzables y realizables, así como comenzar con cosas sencillas y concretas. Así que, como nos estamos aproximando al tiempo apropiado para realizar la poda de la mayoría de las especies leñosas, simplemente voy a proponer el siguiente objetivo: podemos bien, por favor.

Empezaré por enseñar lo que no hay que hacer, y un buen ejemplo de ello es la aberración que aparece en las fotos de arriba. Hay mucha gente que se cree que forzando a los árboles, mediante podas salvajes, van a conseguir que éstos "se estiren", crezcan más y mejoren su porte, y para ello llegan hasta el extremo de cortar casi todas las ramas, dejando únicamente un ridículo penacho de hojas en la cúspide. Esto es, a todas luces, un tremendo atentado que daña y debilita enormemente a los árboles.

No debemos olvidar que las plantas se nutren a través de sus hojas, y éstas suelen estar prendidas en las ramas, así que siempre hay que dejar el suficiente número de hojas para que el árbol pueda nutrirse y desarrollarse correctamente. Con la poda, lo que se pretende es favorecer la dominancia apical, la correcta ramificación, mejorar la calidad de la madera del fuste y dificultar la propagación de incendios, para lo cual lo que se hace es eliminar las ramas del tercio inferior de la altura total del árbol, y aquellas ramas superiores que puedan producir bifurcaciones o tiendan a crecer verticalmente compitiendo con la guía terminal.

Para la producción de madera, lo ideal es que las ramas sean finas, horizontales y se distribuyan lo más homogéneamente posible a lo largo del tronco, es decir que no se aglomeren en verticilos que puedan producir deformaciones y un exceso de nudos.

Si nos pasamos en la eliminación de ramas y dejamos el tronco excesivamente desnudo, van a suceder tres cosas: en primer lugar el árbol se debilita por una pérdida excesiva de follaje (hojas captadoras de energía), la corteza puede sufrir una insolación excesiva y producirse quemaduras en la cara orientada al sur, y también es frecuente la indeseable emisión de "chupones" en la base del tronco.

Si lo que se pretende con la poda es favorecer la fructificación (árboles frutales), no nos interesan fustes altos y limpios, sino todo lo contrario, hay que procurar que las ramas gruesas se abran desde un baja altura y que las ramas secundarias se extiendan horizontalmente sin cruzarse, ni estorbarse, ni rozarse, de forma que el máximo número de ramas queden bien iluminadas y aireadas, con una estructura lo más sencilla posible, similar a lo que podría ser la de un paraguas con sus varillas abiertas.

Con respecto a la época apropiada para realizar las podas, lo que se busca es que las heridas permanezcan abiertas el mínimo tiempo posible, sin dañar la época más sensible que es la brotación y la floración, teniendo una buena visibilidad de las ramas de los árboles. Por eso, el momento más apropiado para la mayoría de las especies suele ser el final del invierno (febrero y principios de marzo), poco antes de que el árbol comience a brotar, de forma que, durante la primavera y el verano, en su crecimiento anual, produzca nuevas capas de madera y corteza que cubran las heridas lo antes posible. Para ello también es importante procurar no retrasar mucho tiempo las podas, es decir, que cuanto más finas sean las ramas que se cortan mejor, para que el diámetro de las heridas sea el mínimo posible.

Sin embargo, hay algunas excepciones a esta regla general, como por ejemplo sucede con los cerezos (Prunus), debido a que son muy sensibles a que penetren hongos y bacterias patógenas durante el invierno, motivo por el que suelen evitarse riesgos podando en mitad del verano (julio), de forma que durante los meses de agosto y septiembre al árbol le da tiempo a proteger o cerrar la mayor parte de las heridas, y la eliminación de parte del follaje en pleno estío ayuda al árbol a reducir el estrés hídrico que suele sufrir en esta época de habitual sequía en nuestros climas mediterráneos.

En cuanto a cómo de pegado al tronco debemos cortar las ramas, no es bueno ni dejar un muñón, ni eliminar parte de la corteza del tronco, lo ideal es cortar justo por encima del rodete de inserción de la rama, un pequeño pliegue o arruga de la corteza que suele haber justo en el punto en el que la rama se une al tronco, procurando que el corte sea limpio, sin dejar flecos ni rasgaduras. De nuevo, todo va encaminado a favorecer que la cicatrización se produzca lo antes posible.

Si no tenemos más remedio que cortar ramas relativamente gruesas, conviene proteger las heridas con una pasta selladora, ahora hay productos que permiten la transpiración, favorecen la cicatrización y evitan la infección de hongos (fungicidas). La práctica antigua de cubrir las heridas con brea, pintura sintética o incluso cemento no es aconsejable.

Capítulo aparte merecería la poda de los bonsais, pero eso es algo muy específico en lo que no voy a entrar ahora.

Bueno, así que ya lo sabéis, a podar bien! Y si encima conseguís dejar de fumar, ya sería la hostia!

2 comentarios:

WODEHOUSE dijo...

A mi lo de la poda me parece un mundo muy complejo e imposible de entender. A menudo veo viejitos mirando obras o asistiendo a la poda de los árboles de mi barrio en grupos de varios tratando de dirigir al operario del ayuntamiento y discutiendo entre ellos sobre si lo hace bien o mal.
Recuerdo un libro que me gustó mucho "La sonrisa Etrusca" de Jose Luis San Pedro en el que el protagonista, un septuagenario al que trasladan al Milán desde el campo porque ya no se vale solo a casa de un hijo, nos da toda una extensa lección sobre el tema de la poda.
Año Nuevo, Vida nueva!. Yo dejé de fumar el 9 de Marzo del 2005.

Mad Hatter dijo...

Ay "Wood", pero si no es tan complicado ¿Tan mal lo he explicado?
Enhorabuena por haber sido capaz de dejar de fumar!