martes, enero 26, 2010

Herbie y Frank




¿De qué se mueren los árboles? Los árboles se encuentran entre los seres vivos más longevos del planeta (hasta 9.000 años pueden vivir los tejos). Un árbol va creciendo durante toda su vida, todos los años añade nuevos brotes y una nueva capa de madera en su tronco (los famosos anillos de crecimiento). Muchos de ellos se van pudriendo y ahuecando por su centro o médula (la parte más vieja), debido a la acción de los elementos, diversos animales, hongos y bacterias. Si bien esto puede contribuir a alargar la vida del árbol, ya que se ha comprobado que un tubo hueco de forma cilíndrica o troncocónica es una estructura mucho más estable frente a vientos y tormentas que si fuese maciza. Además, algunos árboles como el tejo son capaces de emitir raíces aéreas por el interior del hueco del tronco, al objeto de aprovechar los nutrientes que se van acumulando en su base, debido a los procesos de descomposición y a los numerosos restos y excrementos que produce la numerosa fauna que los suele utilizar como refugio o vivienda.

Debido a ese continuo aumento de peso y volumen y al debilitamiento progresivo de la madera, la inmensa mayoría de los árboles que logran sobrevivir a incendios, enfermedades y motosierras, acaban siendo derribados por algún vendaval o tormenta. Uno de los efectos del cambio climático está siendo que cada vez son más numerosos los árboles que caen debido a los cada vez más frecuentes y destructivos huracanes, tormentas y tornados.

Hay quien opina que la proliferación de enfermedades también se está viendo incrementada durante los últimos años, debido al cambio climático, la contaminación y al intenso intercambio que propicia el comercio y los transportes a nivel mundial.

El pasado 19 de enero, Herbie, el Olmo (Ulmus americana) más grande de Nueva Inglaterra, que se encontraba en la ciudad de Yarmouth (Maine), tuvo que ser talado tras haber sucumbido finalmente al hongo que produce la grafiosis (Ophiostoma novo-ulmi), pese a los numerosos cuidados procurados durante medio siglo por Frank Knight.

Herbie tenía 212 años de edad y una altura de 33 metros, algo normal para un olmo, que en ningún caso suele superar los 300 años de edad. Mientras que Frank disfruta de 101 espléndidos años, 1,68 m. de altura y un gran corazón, algo realmente inusual en un Homo sapiens.

La grafiosis es una enfermedad que ha diezmado los olmos de medio mundo desde los años 60. Se trata de dos razas o cepas agresivas del hongo que se originaron una en el Este de Europa (raza EAN) y otra al sur de los grandes lagos de norteamérica (raza NAN). Esta última raza llegó a España en 1978 y durante los años 80 se extendió por casi todas las olmedas y ejemplares de Olmo común (Ulmus minor) que poblaban nuestras riberas, parques y jardines. Únicamente han logrado subsistir algunos ejemplares aislados en islas y zonas escarpadas, tanto de la mencionada especie común como de la más norteña y montaraz conocida como Olmo de montaña (Ulmus glabra).

El hongo se desarrolla en los vasos del sistema vascular del árbol hasta que los obstruye totalmente impidiendo que la savia llegue a la parte aérea del árbol, que termina por secarse y morir. Sin embargo, la cepa y las raíces suelen sobrevivir, lo que propicia que los árboles infectados puedan rebrotar, emitiendo nuevos vástagos que, cuando alcanzan porte arbóreo, son nuevamente infectados por el hongo que es transmitido por insectos vectores (escolítidos). De forma que las antaño magníficas y altivas olmedas que cantaba Machado y otros poetas, se han transformado, en el mejor de los casos, en unos matorrales enfermizos.

El desarrollo de la grafiosis puede retrasarse o ralentizarse, mediante tratamientos llevados a cabo lo antes posible, nada más detectarse los primeros síntomas, mediante la poda de las zonas afectadas y la aplicación de fungicidas sistémicos, pero tarde o temprano el árbol infectado acaba por morir, tal y como ha pasado con Herbie.

Esperemos que tanto a árboles como a humanos nos dé tiempo a reaccionar para salvarnos, salvar a los ecosistemas de los que dependen nuestras vidas, las vidas de nuestra descendencia y las de tantos otros seres vivos que habitan en este maravilloso planeta.

¡Gracias Frank! Espero que vivas otros 100 años más.

Fotos: En las dos primeras están Herbie y Frank, Frank y Herbie; y en la última podemos ver el impresionante porte que mostraba "Herbie", en 2008, antes de ser podado para tratar de frenar el avance de la grafiosis que finalmente acabó con él.

5 comentarios:

atikus dijo...

Anda..eos si que se deben cansar de cumpleaños y no yo ;)!!!

jaja

MK dijo...

Encantadores , lamentablemente de otro siglo y de otra manera de vivir.
Parecer ser que dentro de unos millones de años , no estaremos por aquí, las placas continentales se habrán acercado y soldado entre ellas y los virus y los hongos será los únicos que camparán a sus anchas.
No es que me preocupe mucho no estar por esas fechas , debe de ser aburridísimo intentar establecer una conversación divertida con un hongo de esos y ya te digo del peligro que tienen los virus.
Bueno , no me hagas caso , ahora voy , me levanto de las cinco horas que llevo delante de esta pantalla y desayuno como dios manda

Paco Becerro dijo...

Yo no pienso vivir más que otros cien años más, si me lo permiten los hongos... (boletus, trufas o champis...)

Abrazos para el abuelo Frank

WODEHOUSE dijo...

Cuantos años puede llegar a vivir un arbol?

Mad Hatter dijo...

¡Buena pregunta "Wood"! Pues lo más viejo que se ha encontrado hasta ahora es un arbusto en el Sur de California llamado creosota o chapote (Larrea tridentata) al que se le ha estimado una edad de 11.700 años!!!
Este arbusto se menciona en una canción que ya puse hace casi un año para hablar sobre viejos sabios que empezaba diciendo:
"From the dusty May sun, her looming shadow grows, hidden in the branches of the poison creosote. She twines her spines up slowly, toward the boiling sun, and when I touched her skin, my fingers ran with blood".
Sí, son ellos de nuevo ¿Cómo no? "Far from any road". A veces me gustaría estar lejos, muy lejos de cualquier carretera o camino.