miércoles, noviembre 20, 2019

HONGOS Y LUZ


En la charla del pasado día 8 de noviembre, sobre hongos en la sanidad forestal, dentro de las XVIII Jornadas Micológicas de Logroño, organizadas por la Asociación “Verpa”, durante el turno de preguntas surgió el tema de por qué algunas especies de hongos, a pesar de no poseer clorofila y no realizar la fotosíntesis, su fructificación se ve favorecida o no por determinado grado de iluminación del suelo o del sustrato donde se desarrolla el micelio.

Incluso hay especies, como el Omphalotus nidiformis de la fotografía, cuyos carpóforos son capaces de emitir una luz fría y verdosa, es decir son bioluminiscentes, brillando en la oscuridad de la noche.

La explicación más frecuente e inmediata al por qué de la influencia de la luz y la existencia de colores y bioluminiscencia en las setas, suele ser para atraer a los insectos, al objeto de que realicen o colaboren en la dispersión de las esporas de los hongos, aunque el asunto no está nada claro, las causas pueden ser distintas para las diferentes especies y también intervienen otros factores, entre los que se me ocurren los siguientes:

- El sol y la luz influyen en la humedad y la temperatura, a mayor iluminación, mayor temperatura y mayor cantidad de agua se evapora y con mayor rapidez lo hace. La temperatura, además, también influye en la velocidad de los procesos bioquímicos, así como en la formación de corrientes de aire en la superficie del himenio que favorecen la dispersión de las esporas.

- En el caso de los hongos micorrizógenos, que forman relaciones simbióticas con las raíces de los árboles, cuanto mejor iluminado esté un árbol mayor cantidad de azúcares y otros hidratos de carbono producirá para alimentar a sus hongos asociados. Algunas especies como Boletus aereus son consideradas heliófilas. Por no hablar de las especies que forman micorrizas con arbustos propios de matorrales heliófilos, como Jaras (Cistus sp.) y Brezos (Ericaceae).

- Hongos saprófitos que son cultivados por sus propiedades alucinógenas (Psilocybe cubensis) precisan de una exposición diaria de 12 horas de luz del espectro azulado y ultravioleta, para fructificar correctamente, mientras que los espectros rojizo, verdoso e infrarrojo inhiben la aparición de los primordios.

En el caso de la bioluminiscencia, también son muchos los aspectos a tener en cuenta:

• La bioluminiscencia de los carpóforos suele ser frecuente en hongos que viven en climas tropicales, mientras que en latitudes templadas es más habitual que sean los micelios los tejidos capaces de emitir luz.

• Dentro de una misma especie puede haber variedades (geográficas o en función del número de esporas que producen los basidios) que sean bioluminiscentes, mientras que otras no lo son.

• La bioluminiscencia es un proceso bioquímico que requiere que las células estén vivas y que consume oxígeno (oxidación), agua y energía (ATP), por así decirlo es una “fotosíntesis inversa”.

• Se han documentado casos en los que la supuesta bioluminiscencia del hongo, en realidad está producida por una bacteria que invade el carpóforo o el micelio.

Cualquier información, aclaración o experiencia al respecto será bienvenida.

Fotografía cortesía de Herman Anderson, tomada el 19-11-2019 en un bosque de Tasmania (Australia): Omphalotus nidiformis.

Resuena en el sombrero: “A Light from the Mountains”.- The Coal Porters (California, 2008).

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