Aquella mañana el disco solar lucía en lo alto velado tras un fino manto de nubes, confiriendo al cielo un color blanquecino, con una luz extraña, densa, pesada, bochornosa, deslumbrante y triste a la vez.
Entonces, en un barrizal junto a la carretera, me pareció ver unas esbeltas siluetas oscuras que me resultaban extrañas, poseedoras de una inquietante y siniestra elegancia. Apresuradamente, logré sacar la cámara y hacer un par de fotos antes de que las negras aves levantaran el vuelo en compañía de algunas blancas Garcillas boyeras (ver fotos segunda y tercera) , formando un bello contraste que animó el paisaje plomizo de aquella mañana neblinosa.
Se trataba de una pareja de Moritos (Plegadis falcinellus), una especie de Ibis (aves zancudas de la familia de las cigüeñas, aunque más pequeñas y con el pico curvado hacia abajo) que, como su nombre indica, provienen del Norte de África. Hace unas décadas resultaban unas aves muy raras de ver en la Península Ibérica, que visitaban esporádicamente las marismas del Parque Nacional de Doñana. Sin embargo, los Moritos se han ido reproduciendo cada vez con mayor asiduidad en nuestro país, extendiéndose hacia el Este a lo largo de las costas mediterráneas andaluzas, murcianas, levantinas y catalanas.
El Morito ha llegado incluso al continente americano, donde puede vérsele volar en compañía del bello y espectacular Ibis escarlata (Eudocimus ruber) del Caribe, el Amazonas y el Orinoco (últimamente salen todos los días en la tele, en las imágenes que abren la reposición de la fabulosa serie "El Hombre y la Tierra" del gran e inolvidable Félix Rodríguez de la Fuente).
El Morito también vive al otro extremo del "Mare Nostrum" y era conocido por los antiguos egipcios, junto con otras especies de Ibis que adquirieron la categoría de animales sagrados, como es el caso del Ibis eremita o religioso (Geonticus eremita), al que se consideraba la reencarnación terrenal del dios Aj, y sobre todo el famoso Ibis sagrado (Threskiornis aethiopicus), que encarnaba al dios Thot.
El Ibis sagrado (en la primera foto) es un ave extraordinariamente elegante, con el cuerpo blanco y la cola, el cuello, la cabeza y las patas de color negro. Su color blanco y el pico curvado hicieron que se le relacionase con la luna. Su puntual llegada todos los años, coincidiendo con las crecidas del Nilo, a cuyas orillas acudía a alimentarse, le atribuyó la cualidad divina del control del tiempo, mientras que, debido a la forma de alimentarse, rebuscando invertebrados con su largo pico metido en el fango, se le consideró el dios de la búsqueda de la sabiduría.
Su elegante silueta era un símbolo utilizado en los jeroglíficos y significa el verbo "relucir", constituyendo una metáfora de la transfiguración que experimenta el difunto en su nueva vida en el mundo de los muertos.
Los Ibis sagrados, al igual que se hacía con otros animales que representaban deidades como gatos y halcones (Horus), eran enterrados con ritos funerarios, introduciendo sus cuerpos en vasijas que eran colocadas en catacumbas o en necrópolis como la de Hermópolis.
Más tarde descubriría que aquel encuentro con los Moritos, con los Ibis ibéricos y norteafricanos, cuyas elegantes siluetas quedaron grabadas en mi retina y cuyas negras alas sobrevolaron mi cabeza, sería el presagio de un importante cambio, de un trance, tránsito o punto de inflexión en mi vida.
Atrás quedaron los días en que los bandos infinitos de flamencos teñían el horizonte de color rosa, y las gaviotas reidoras llenaban el aire con sus risas.
¡Adiós Morito! No sé si volveré a verte nunca más.
3 comentarios:
Y por qué no?
Me encanta el post, es realmente sagrado y elegante como un IBIS.
Aunque lo que no me gusta nada es el IBI que nos pasa el Ayuntamiento cada año...bufff
Gracias por poner una nota de humor, "Wood".
Un abrazo y que pases buen finde.
Me ha gustado lo de Moritos, un nombre divertido, como el comentario de Wodehouse.
Abrazos
Publicar un comentario