La casa en la que he pasado los mejores momentos de mi infancia y de mi juventud está en venta.
Los descendientes de los pueblos celtas, unos de los padres de Europa, se empeñan en quemar su paraíso verde.
El calor cada vez es más intenso, los huracanes cada vez son más potentes, el clima cada vez es más extremo, llueve menos, plantas y animales se extinguen, plagas y enfermedades tropicales invaden el templado y opulento mundo del Norte.
Lo mismo que los habitantes del empobrecido e inculto Sur tratan de alcanzar como sea las costas doradas de la anhelada Tierra prometida del Norte. Aunque al llegar se encuentran con playas ennegrecidas por el chapapote, gaviotas muertas por la gripe aviar, plagas de medusas y una patrulla de amigables y acogedores policías que les llevaran de vuelta a sus países de orígen.
Los "Guardianes del Mundo Libre" se han convertido en unos policías y carceleros crueles, prepotentes y bravucones que nos imponen su orden, su globalización desequilibrada y su tecnobarbarie (*).
La Santa Madre Iglesia Católica aborrece a sus hijos díscolos e impuros que practican el amor entre iguales, a menudo se olvida de la caridad, pero nunca de sus negocios más lucrativos.
Nos empeñamos en continuar luchando contra nuestra madre Tierra, en lugar de respetarla y tratar de integrarnos plenamente en ella.
En los hogares del culto y refinado primer mundo, los maridos maltratan y asesinan a sus mujeres, los hijos agreden a sus padres y algunas madres son capaces incluso de arrojar al contenedor de la basura a sus bebés recién nacidos.
Los aeropuertos, pensados para agilizar y facilitar el transporte mundial, se han convertido en auténticas ratoneras y cámaras de tortura, que ponen a prueba la paciencia y la resistencia de los sufridos pasajeros, cuando no es por una huelga de controladores, es por una de pilotos, y cuando no, porque el personal de tierra invade las pistas, o hay un aviso de atentado, y finalmente, después de 6 horas de espera y colas, conseguimos meternos todos en el avión, llevando sólo una bolsita de plástico transparente con el pasaporte y las cosas imprescindibles, dispuestos a afrontar con resignación un largo y claustrofóbico viaje, enlatados como sardinas dentro de los estrechos pasillos y apretados asientos del avión ¡Qué bonito es volar!
Si a alguien se le ocurre sacar un cigarro, será colgado por los pulgares del ala izquierda del aparato, porque fumar mata; el alcohol es muy malo, con el café y el chocolate ojo que también excitan lo suyo. ¡Ah!... y follar con mucho cuidado, moderación y, por supuesto, con protección, aunque luego al Papa le digamos que nosotros siempre sin condón, como Dios manda.
En la tele no hay más que programas del corazón, cotilleo, concursos, horteradas y telebasura. Ahora incluso (por lo menos es algo novedoso) sale el mentalista Anthony Blake para acojonarnos con extrañas experiencias sobrenaturales de ultratumba, en su nuevo y "último desafío".
La enorme, anquilosada y anacrónica nave llamada OCCIDENTE (*) cruje y chirría por todos lados, cualquier día alguno de nuestros alocados científicos no encontrará el tapón adecuado para tapar determinado agujero y el barco comenzará a hacer agua sin remedio.
No os asusteis, no es que haya recaído en la depresión, es que me ha dado un ataque de realismo. Por eso creo que prefiero seguir viviendo en mi mundo de Diosas, musas, arte y ensoñación.
Resuena en el sombrero: "My world is upside down".- Tell-Tale Hearts (Los Ángeles (USA), 1985).
(* : Sacado del libro "La Senda del Drago" de José Luis Sampedro).
3 comentarios:
Ya te digo! Yo también tengo mi refugio ante tanto kao, encenderé el proyector y pondré "alguna película de las que no ponen", mientras me fumo un cigarrito y me tomaré un rioja a tú salud esperando eso si, que no llegue la brigada antivicio o antibuengusto y me arreste.
Muy bien Atikus, yo me tomaré otro vino a tu salud y para celebrar que mañana acabo mi guardia de incendios, que me he chupado todo el follón de mandar ayuda a Galicia.
Saludos.
No es depresión.
Es lo que hay, como bien dices.
Pero aún hay esperanza.
Mañana no habrá nada.
Ni siquiera nosotros y los de nuestra especie.
Y eso, para mí, es esperanza.
Buen rioja a los dos!
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