lunes, julio 24, 2006

No hay fuego inofensivo


Sin duda, uno de los pasos más importantes de la Humanidad fue el descubrimiento y "control" del fuego. En este caso el "entrecomillado" tiene más sentido que nunca, ya que, realmente, todavía no hemos conseguido domesticar el fuego del todo, y probablemente nunca lo lograremos plenamente.

Este elemento básico, según Aristóteles, por su propia naturaleza de gas incandescente tiene la manía de quererse escapar siempre, su afán por la libertad y el descontrol es desmedido. Ese afán, en combinación con la mala leche y la estupidez humanas, nos cuesta todos los años millones de euros en equipamientos y medios de extinción, daños, indemnizaciones, seguros, elementos de protección y medidas preventivas.

El hombre, incluso, ha pretendido hacer un arte del fuego, en actividades como la pirotécnia, fuegos artificiales, fallas y todo tipo de festejos en los que se utiliza el fuego, sin que por ello deje de suponer nunca un riesgo y un peligro en potencia.

Luego está el fuego natural, el fuego del cielo -el rayo-, esa chispa de millones de voltios que se genera en la fricción eterna y amorosa entre el cielo y la tierra, creando efímeros árboles de luz, tan bellos como destructores, y en los que el hombre siempre ha visto representada la cólera y el castigo divinos.

La música que más me conmueve en relación con este tema de los rayos y truenos es cuando Jessi Colter (la mujer "outlaw" de Waylon Jennings, que en paz descanse) dice aquello de: "Your hand in mine still´s a thunder", en la canción titulada "Storms never last".

Y es que, sin duda, el fuego más poderoso es el fuego del corazón, la pasión, que tantos sofocos produce en las mentes y cuerpos calenturientos.

Como decían June Carter y Johnny Cash en el mítico "Ring of Fire": "The taste of love is sweet, when hearts like ours meet, I felt for you like a child. Ohhh... But the fire went wild".

¡Tened cuidado! Porque, por muy preparados que estemos, siempre habrá algún fuego (del tipo que sea) que se nos escape.

De cualquier forma, conviene hacer caso al dicho popular: "Por el humo se sabe donde está el fuego".

Más lúgubres y misteriosos son los denominados "fuegos fatuos", unas extrañas luces que emergen del suelo de los cementerios en las noches de luna llena, y que antiguamente se creía que eran las almas de los recién enterrados o de las almas en pena que se dirigían a su destino. En realidad parece que se trata de reacciones químicas de ciertos compuestos fosforados de los huesos y otros restos orgánicos, que producen cierta luminiscencia, incrementada por la luz de la luna.

Por último, también hay una enfermedad llamada "fuego bacteriano" producida por la bacteria Erwynia amylovora, que ataca a las plantas de la familia de las Rosáceas, principalmente a árboles frutales como el peral y el manzano, ornamentales como el llamado "Espino de Fuego" (Pyracantha) o silvestres como los majuelos (Crataegus) y los serbales (Sorbus). Se trata de una peligrosa enfermedad de declaración obligatoria y cuarentena en la UE, para cuyo control y erradicación se requiere la quema inmediata de todas las plantas infectadas y las de su entorno inmediato.

Porque el fuego siempre ha sido, es y será el elemento purificador por excelencia.

No ardais demasiado, queridos amigos y amigas.
Resuenan en el sombrero: "Fight Fire"- Golliwogs (Pre-Creedence Clear Water Revival, El Cerrito (California), 1965); Chesterfield Kings (Rochester (New York), 1985). Y "Fire" Arthur Brown (Yorkshire (UK), 1968, a quien pertenece la foto).

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