jueves, noviembre 09, 2023

INSTINTO MUSICAL


Hace pocas semanas, en el programa de RTVE “Qué animal”, hablaban sobre el posible sentido musical de los animales. El naturalista y sonidista Carlos de Hita indicó que los seres humanos y gran parte de los vertebrados compartimos unos mismos gustos y que ese sentido estético universal está más cerca del cerebro reptiliano más primitivo que del cerebro más moderno del cortex o neocortex.

Todos los seres vivos empleamos el sonido para comunicar mensajes, sobre todo dirigidos a nuestros propios semejantes, tales como la delimitación de un territorio, la atracción de una pareja mediante la exhibición de ciertas características (vigor, fuerza, volumen, belleza, habilidad, inventiva, talento y buena calidad de los genes) y no sabemos si algún otro tipo de mensajes más sofisticados o por mero divertimento, en los grupos más inteligentes (primates, cetáceos, córvidos y loros).

Los seres humanos empleamos un lenguaje oral y escrito muy complejo, pero la música, quizás por ese enraizamiento profundo y ancestral, añade un plus de intensidad, espiritualidad y diversión.

En la Edad Media, los juglares empleaban la música para contar historias, porque resulta mucho más ameno y divertido que leer un escrito o lanzar un pregón hablado. En la música popular actual, dependiendo de los diferentes estilos, se hace mayor o menor hincapié en la letra o en la música, y dentro de esta última, puede dársele mayor preponderancia al ritmo y al baile, que a la melodía o la voz.

Personalmente, la voz y cantar nunca ha sido lo mío, por eso en los Rescuers me “parapetaba” detrás del órgano, aunque, en el fondo, a mi lo que de verdad me hubiese gustado es saber tocar una “Rickenbacker” como hacía el bueno de Marty Willson-Piper en The Church, muy aficionados también a la estética medieval.

Resuena en el sombrero: “Reptile”.- The Church (Australia, 1988).

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