sábado, enero 13, 2024

LA MOSCA QUE SE CREÍA EXTINGUIDA


En noviembre de 2009, Julio Verdú, un biólogo compañero de la Dirección General de Medio Natural del Gobierno de La Rioja, sabiendo de mi afición a la entomología, me mostró la foto de arriba, con un par de vistosos insectos de color negro con brillos metálicos azulados en el cuerpo y la cabeza de un llamativo color rojo anaranjado con los ojos negros. Inmediatamente, los ubiqué dentro del orden de los dípteros (moscas), pero ni idea de cuál podría ser la familia, el género, ni mucho menos la especie. Con unos colores tan llamativos, supuse que no sería difícil identificarla pero, tras una intensa búsqueda en libros y en internet, no vi nada parecido, por lo que le comenté que quizás se tratara de alguna especie tropical que hubiera podido llegar a Europa con alguna carga transportada en barco.

Pocos meses después, Julio me comentó que el experto dipterólogo Miguel Carles-Tolrá había logrado por fin identificar la especie - Thyreophora cynophila -, autóctona de Europa, y que la causa de que nos haya costado tanto es porque se la creía extinguida desde hace 160 años!!! Para explicar la historia de esta curiosa mosca, a continuación pongo un resumen del artículo publicado en 2013 por Jesús Fernández Carro, titulado “Thyreophora cynophila (Panzer, 1798). Un caso singular”:

Los dipterólogos necesitan para la mayoría de las especies el estudio microscópico para su correcta identificación (Carles Tolrá, 1997). No es así para la T. cynophila, pues su aspecto y colorido son muy característicos. Su tamaño oscila entre los 6 y los 9 mm. El cuerpo y las patas son de color azul oscuro metálico cubiertos de numerosas setas (pelos). La cabeza es de color naranja o amarillo anaranjado brillante, dotada según algunos autores con bioluminiscencia (Osten-Sacken, 1878). En la cabeza se distinguen a simple vista los ojos, el tubérculo ocelar y una mancha en el occipucio de color negro. Las alas presentan dos pequeñas manchas negras cada una, situadas en las venas transversales. Los machos tienen los fémures de las patas posteriores más gruesos que las hembras y el escutelo con forma trapezoidal alargada, en contraposición del de las hembras, más corto y con forma redondeada. Precisamente por la forma del escutelo recibe el nombre de Thyreophora que viene a significar “Portador de armadura”.

En 1798, G.W.F. Panzer, un físico, botánico y entomólogo alemán, describió la “Mosca del perro”, Musca cynophila, como una nueva especie que había encontrado en el cadáver de un perro en la localidad de Mannheim, en Alemania. La descripción que hizo correspondía a un macho. En 1826, Meigen descubrió varios individuos en la colección entomológica de M. Baumhauer e ilustra los dos sexos. Este autor fue el que propuso el cambio de género de Musca por Thyreophora. El 26 de enero de 1836, M. Robineau-Desvody encontró varios individuos en cadáveres de caballo y burro después del deshielo, y publicó en 1849 nuevas observaciones en enero y febrero, también en caballos, burros y mulas en Francia. Además, destaca que él no ha podido verificar la bioluminiscencia. Parece ser que ésta fue la última publicación de observaciones de campo de T. cynophila (Martín-Vega et al., 2010). Schiner, en 1862, documentó la primera cita de la especie para Austria a partir de especímenes depositados en el Vienna Museum. En 1950, Séguy destacó que T. cynophila no ha sido observada o capturada en el campo en los últimos cien años.

Todas las observaciones acontecen en la estación fría, entre finales de otoño y principios de primavera. Si bien los días más crudos del invierno no son los más favorables para su detección.

T. cynophila es de hábitos necrófagos. Los adultos aparecen sobre cadáveres de caballos, burros, mulas, vacas, ciervos, perros, zorros, en principio, en avanzado estado de descomposición. Incluso hay una cita sobre buitres muertos (Carles Tolrá et al., 2011). Las larvas se alimentan del tuétano del interior de los huesos, así como de la médula espinal.

En 2007, después de casi 160 años de no encontrar ningún individuo, T. cynophila aparece en una lista de animales extinguidos en Europa (Fontaine et al. 2007). Es la única mosca de la lista y se considera el primer caso de la erradicación de un díptero por los humanos en tiempos históricos (Courtney et al., 2009). Menier (2003) apuntó que la posible extinción de T. cynophila en Europa se debe a que las larvas no pueden acceder a la médula de los grandes huesos de los que se alimentan, por el declive de los grandes depredadores, como osos y lobos, que son capaces de romper estos huesos. Otros autores señalaron además que los cambios en el manejo ganadero y la menor disposición actual de cadáveres accesibles por las medidas de higiene adoptadas han influido sobre las poblaciones de fauna carroñera (Margalida et al., 2010).

En el mismo año que se incluye a T. cynophila en la lista de animales extintos europeos, 2007, Daniel Martín-Vega capturó seis ejemplares, en dos localidades del norte de Madrid, mientras realizaba un estudio sobre dípteros sarcosaprófagos de esta comunidad. Era la primera persona que se encontraba con esta mosca después de tantos años, y en un lugar inesperado, según los conocimientos del momento (Martín-Vega et al., 2010). A raíz de este descubrimiento, este mismo autor realiza una recopilación de la información existente, y revisa varios museos europeos encontrando datos curiosos como la posible presencia de T. cynophila en Argelia, o que el profesor Teodoro Ríos, en 1902, cita la observación de la especie seguramente en Zaragoza, dato que pasó desapercibido (Martin-Vega, 2011).

En el invierno de 2009-2010, Miguel Carles Tolrá y Pablo C. Rodríguez capturaron casi 90 individuos en el Parque Natural de la Sierra Cebollera (La Rioja), después de que una fotografía de Julio Verdú les pusiera sobre la pista (Tolrá et al., 2010).

Ninguno de los dos grupos conocía el trabajo del otro y los dos publicaron el hallazgo en el 2010. A partir de ese momento la noticia se difundió en varios medios para regocijo de la comunidad científica. El año 2011 es el más prolífico en nuevas observaciones. Se verifica la presencia de T. cynophila en Segovia y en Guadalajara, en comederos para aves necrófagas (Martín-Vega et al., 2011). La descubren en Zaragoza (Carles Tolrá et al 2011); Soria, donde se cita por primera vez sobre cadáveres de aves, en este caso buitres (Carles Tolrá, 2011); y Cuenca (Carles Tolrá et al., 2011). Por último, entre el 18 de enero y el 17 de marzo de 2013 es observada en cinco localidades de León. Cuatro en el entorno de Riaño-Picos de Europa: Boca de San Pedro, valle de Hormas, Salceda y Las Salas, y una en la comarca de Omaña, Soto y Amío, sobre cadáveres de ciervo, perro y caballo, ampliando la distribución conocida hacia el norte y el oeste (Carles Tolrá et al., 2013).

En este magnífico vídeo realizado por Pablo C. Rodríguez y Miguel Carles-Tolrá se explica más extensamente, el excelente trabajo realizado en el Parque Natural de la Sierra Cebollera (La Rioja).

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