domingo, febrero 14, 2016

BUSCANDO LA PASIÓN Y LA INTENSIDAD. UNIDOS (DOS)






“Cuando tienes 15 años te planteas el dilema de para dónde tirar. Un amigo te dice “Kortatu”, otro te dice “Dire Staits”, y tú ahí en medio, decides que lo mejor es irte a comprar un pedal. Fui a la tienda y le dije al dependiente “Quiero un pedal que tenga mitad de “Kortatu” y mitad “Dire Straits””, así textual. El dependiente se quedó pensativo y al final me trajo un pedal redondo que ponía “Fuzz”. Sin saberlo, me acababa de marcar el camino, ni “Kortatu” ni “Dire Straits”, sino los putos “Sonics””.

Esto dijo, Fernando Pardo, excelso guitarrista y fundador de los “Sex Museum”, siempre tan simpático y locuaz, esta vez en el concierto que la banda dio en la sala “Biribay” de Logroño, el pasado 13 de febrero, mientras empuñaba una guitarra Gibson SG, como la de Angus Young (AC/DC), prosiguió su presentación del “Have Love Will Travel” con estas palabras: “Una guitarra eléctrica suena así (acordes iniciales del clásico de los “Sonics”)... Muy bien ¿No?, pero cuando piso el “Fuzz” suena así....”

Pero los “Sex Museum”, al contrario de lo sucedido con otros grupos de la onda garajera, no se quedaron anclados en el “Fuzz”, sino que prosiguieron su búsqueda de la “suprema intensidad sonora”, incorporando aparatos y avances tecnológicos (como el secuenciador que Marta lleva acoplado a su “Hammond”), si bien es evidente que no son una banda de tecno ni música electrónica, lo suyo es el ROCK elevado a su máxima potencia: guitarra (Fernando), teclados (Marta Ruiz), bajo (Javi Vacas), batería (Loza) y voz (Miguel Pardo), dándolo todo sobre el escenario.

Obsesionados por los sonidos intensos y tralleros, a veces puede dar la impresión de que están pasados de rosca, el sonido llega a ser atronador. Si bien, en este último concierto he notado una mayor recurrencia a bellos y delicados preludios psicodélicos, en los que Miguel danza serpenteando con su cuerpo y sus brazos, Marta se sienta en el taburete y acaricia las teclas de su Hammond con suavidad, mientras que Fernando reposa su lánguida melena sobre la guitarra deleitándonos con sutiles filigranas, pero no os hagáis muchas ilusiones, enseguida Marta se levanta y pone esa cara de satisfacción, entre pícara y sádica, para avalanzarse con rabia sobre el teclado y volver a menear su rubia melena, dando un fogonazo eléctrico que es como el pistoletazo de salida que pone en marcha al resto de la banda que vuelve a meter tralla a tope.

En cualquier caso, se aprecia en todo momento que lo que esta gente hace es MÚSICA, repleta de ritmos, contraritmos, armonías, riffs, acordes, punteos e innumerables efectos, ambientes y matices, perfectamente engrasados con una gran coordinación, profesionalidad y solidez.

La amalgama de influencias llega a rozar lo inverosimil cuando se les ocurrió la genial idea de mezclar el “Smoke on the Water” de Deep Purple con el “Fight for your right to party” de los Beastie Boys, en lo que ellos denominan “Smoke on the Party”.

Desgranaron algunos de los mejores temas de su larga carrera de 30 años, con alguna versión en homenaje a algunos de sus ídolos como The Dictators, o la que hacen del “Unidos” de Parálisis Permanente, un hito musical que refleja mejor que ningún otro la confluencia y la hermandad existente en el seno de la “gran familia del Rock”. Un concepto que también se trasluce en el libro “Los Chicos Eléctricos”, escrito por Fernando Pardo y publicado en 2013, uno de cuyos ejemplares me firmo y dedicó cariñosamente el propio autor, al terminar el concierto. Efectivamente, da igual de dónde provengamos cada uno, mods, rockers, punks, postmodernos, unos através del garaje, otros a través de los Cramps o de Link Wray, en el fondo todos buscamos lo mismo: vivir intensamente siendo coherentes con nosotros mismos y pasándolo lo mejor posible.

La guinda del concierto la puso la última canción del bis, cuando se puso a girar la bola de espejos efecto discoteca y los Sex Museum tocaron una versión del “Danger! High Voltage” de los Electric Six, reforzado con el claro mensaje de Fernando: “Los más auténticos son los que bailan!” (Que tiemble la “Dance Music”!!!).

Al terminar el concierto, entré en el camerino para felicitarles y me encontré a Fernando descalzándose: “Estos botines son los mismos que llevaba en el 84!!” (ver 2ª foto). Tras un rato de agradable charla y de recordar los viejos tiempos, me despedí, una vez más, de estos buenos y entrañables amigos ¡Salud y seguid sorprendiéndonos, tan vivos y genuinos como siempre!

Resuena en el sombrero: “I'm moving”.- Sex Museum (Malasaña (Madrid), 1989).

martes, febrero 02, 2016

INTELIGENCIA COLECTIVA PARA LA DEMOCRACIA Y LA JUSTICIA SOCIAL






El profesor del Massachussets Institute of Technology (MIT), Mark Klein (primera foto), lleva los últimos 18 años desarrollando una tecnología capaz de compartir el conocimiento y que posibilite tomar decisiones conjuntas a grandes grupos de personas.

Damos por supuesto que las personas somos egoístas, trabajamos para conseguir dinero para nuestras familias y votamos a quienes pensamos que van a salvaguardar mejor nuestros intereses, pero con el desarrollo de las nuevas tecnologías que han abaratado la comunicación y aumentado enormemente su velocidad de interacción, estamos descubriendo que hay muchas personas que realizan infinidad de cosas con el objetivo de ayudar a otras personas o para contribuir al bien común, es decir se mueven más por amor que por dinero o poder, un ejemplo de ello son todas las personas que colaboran, sin retribución económica alguna, en la “Wikipedia”, una enciclopedia libre, abierta y gratuita que forma parte de lo que se conoce como “inteligencia colectiva”.

La inteligencia colectiva puede definirse como el efecto sinérgico de la colaboración de una serie de individuos que ponen a trabajar su intelecto y sus capacidades para avanzar en el conocimiento y la sabiduría de la colectividad o para el logro de determinados objetivos positivos para el conjunto de la sociedad. Es algo que se da en la Naturaleza, un buen ejemplo son los insectos sociales (hormigas, termitas y abejas), pero también se da en aves y en primates superiores capaces de aprender a utilizar herramientas y transmitir esas habilidades y conocimientos a sus semejantes, creando auténticas “culturas locales”.

Cuando la inteligencia colectiva está apoyada en ordenadores, combinando las partes fuertes, tanto de las máquinas como de los humanos, tenemos lo que se conoce como “computación social”.

En estos momentos el Profesor Mark Klein está trabajando en 3 proyectos: El primero llamado “Deliberatorium” consiste en un sistema para que grandes grupos de personas (cientos o miles) desarrollen juntos unas cuantas ideas profundas y elaboradas, en lugar de un montón de ideas superficiales, que es lo que suele suceder normalmente. Otro proyecto trata de estudiar cómo las masas filtran las ideas para quedarse con las mejores. Y por último, el desarrollo de un sistema para que grupos de personas puedan negociar entre si para llegar a acuerdos sobre problemas complejos.

Evidentemente, la inteligencia colectiva puede ser muy poderosa para la Democracia.

En computación social se ha comprobado que las mejores ideas vienen de los no expertos, cuando interviene gente corriente o expertos en otras materias se obtienen las mejores ideas y las más innovadoras, de manera que se consigue sacar provecho a la sabiduría de la masa.

El teórico de la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard, Yochai Benkler (2ª foto), afirma que la computación social representa una nueva forma de economía que está basada en el amor más que en el beneficio, con lo que se está creando una nueva forma de interactuar entre las personas que es más humana.

Thomas W. Malone (3ª foto), Director del “MIT Sloan School of Management´s Center for Collective Intelligence (CCI)” aporta el dato de que, estadísticamente, está demostrado que las mujeres tienen una mayor capacidad de “inteligencia social” que los hombres, en término medio, si bien entiende que hay que valorar a las personas con independencia de su género, raza o religión, pero, parece evidente que las capacidades de muchas mujeres están siendo minusvaloradas o desaprovechadas en numerosas empresas e instituciones. Lo explica muy bien en la entrevista titulada “Why women make teams smarter”. (El hecho de que este artículo esté ilustrado con las fotografías de tres hombres maduros es mera casualidad y, sin duda, el panorama cambiará en un futuro cercano).

El profesor Mark Klein cree que la inteligencia colectiva acabará teniendo un roll dominante en todos los grandes procesos de la sociedad, desde la investigación hasta la toma de decisiones, pasando por la sanidad o la educación, no cree que las instituciones jerárquicas desaparezcan, aunque el poder estará más compartido entre la gente y las entidades tradicionales, gracias a la inteligencia colectiva.

(Esta entrevista al profesor Mark Klein puede escucharse en el Ipod del programa “Siglo 21” de Radio 3 del día 1 de febrero de 2016, entre el minuto 40 y el 48).

Volviendo a ese paradigma al que suelo recurrir con frecuencia de “los extremos se tocan” y recordando aquella entrada sobre conciencia individual y colectiva, siempre se ha pensado que las personas, como individuos, tienden a comportarse mejor que los grupos, lo cual se refleja en el dicho popular “las personas son buenas el problema son las masas”. Sin embargo, en los ejemplos vistos en la red y las teorías argumentadas por estos profesores universitarios, lo que se trasluce es que, cuando los grupos de personas son enormemente grandes, los intereses particulares de cada pequeño grupo de poder o de presión parecen contrarrestarse entre sí, de manera que el resultado final es una amalgama que refleja los valores humanos que realmente predominan en la sociedad y que, por sorprendente que nos parezca, son positivos. Por así decirlo, los grandes números de la colectividad consiguen disolver o disipar el mal.

Otra consecuencia de estos paradigmas consiste en la posible consecución de una mayor justicia social, ya que, si resulta que una parte considerable de la economía depende de las interrelaciones basadas en la confianza, la colaboración, la afinidad o el amor entre los ciudadanos, más que en el dinero, podría darse el caso que una persona que cobre el salario mínimo interprofesional llegue a ser más rica (en el sentido más amplio pero cuantificable del término) que el dueño de una gran multinacional.

Sin duda es una gran noticia que existan profesores universitarios estudiando, trabajando y profundizando en estos asuntos tan cruciales para el futuro de la democracia y de la Humanidad, esperemos que sus avances y descubrimientos sean desarrollados y no sean ocultados o saboteados por los poderes fácticos que quieren seguir teniendo la “sartén por el mango”.

Resuena en el sombrero: “The Change is Coming”.-Stay (Barcelona, 2012).