lunes, agosto 31, 2015

ESAS VARIABLES, DIFUSAS Y COMPLEJAS RÚSULAS VIOLÁCEAS











Todos los aficionados a la micología (setas) sabemos diferenciar fácilmente el aspecto de las Rúsulas (género Russula). Se trata de unos basidiomicetos abundantes en la mayoría de los bosques, que se caracterizan por su sombrero convexo en la juventud, que va pasando a aplanado, para terminar siendo deprimido en su centro. El pie carece de anillo y su carne tiene una consistencia granulosa, es quebradizo y  se parte como una tiza, debido a las células esféricas que lo componen (esferocistos, 8ª foto), características del orden Russulales.

Como digo, identificar una rúsula es relativamente sencillo, pero la diferenciación exacta y fiable de las numerosísimas especies existentes es otro cantar y suele resultar harto complicada. En esta época tardo estival, suelen ser frecuentes en los bosques de planifolios unas rúsulas que presentan sombreros con colores un tanto variables y difusos, en los que predominan lo tonos violáceos, morados o vinosos, a menudo con decoloraciones más claras, pardas, ocráceas o verdosas, ya sea en el centro o hacia los bordes. Las láminas son muy claras, blanquecinas, color crema u ocre amarillentas. Mientras que los pies suelen ser prácticamente blancos, a veces con alguna mancha o tono violáceo.

Desde el punto de vista de su consumo, su correcta y exacta identificación no plantea excesivos problemas, ya que la mayoría son comestibles y no hay ninguna que resulte realmente peligrosa debido a su toxicidad.

La más apreciada como comestible es la Carbonera (Russula cyanoxantha, en la 1ª foto), que se caracteriza por sus láminas flexibles, que no se rompen al pasar el dedo y resultan grasientas al tacto (lardáceas). Pie de color blanco. Su carne tiene un suave olor fúngico a avellanas y sabor agradable. Siendo la esporada de color blanco.

De láminas también lardáceas, aunque menos, pie con tendencia a virar a tonos violeta, olor afrutado y sabor acre, un poco picante, que hace que no sea buen comestible, y esporada crema-pálido, tenemos a Russula ionochlora (2ª foto).

De láminas frágiles y quebradizas, blanquecinas o crema claro con tonos amarillentos. Cutícula del sombrero seca, algo pruinosa, en la que suelen predominar los tonos gris azulado. Pie blanco. Inodora y sabor dulce: Russula grisea (3ª foto).

Cutícula seca, afieltrada. Láminas de color blanco-crema con delgadas aristas en tonos lila. Pie macizo a hueco, pruinoso, adelgazado en la base, con manchas lila-carmín. Sabor dulce, olor a crustáceo cocido (marisco). Esporada amarillo-ocre: Russula amoena (4ª foto).

Cutícula seca, algo pruinosa, de colores claros variando del verdoso al azul y gris. Láminas apretadas de color blanco que viran al crema. Carne blanca y espesa, con el reactivo sulfato ferroso cambia a naranja intenso (R. ionochlora y R. grisea con el sulfato ferroso cambian a rosa). Sabor dulzón, aunque las láminas pueden picar un poco: Russula parazurea (5ª foto).

Russula olivacea (6ª foto): Cutícula seca, borde incurvado, de muchos colores en los que se combina el verde oliva, vinoso, púrpura, marrón y muchos matices más. Láminas de color crema, ocre amarillentas en la madurez, anchas y más bien gruesas. Pie grueso y robusto, cilíndrico, blanco con manchas difuminadas de colores rosas, púrpuras o rojizos. Carne espesa y consistente de color blanco. Olor afrutado, sabor dulce. Su comestibilidad ha sido puesta en entredicho, porque, al parecer, se han dado casos de personas que han sufrido una indigestión tras su consumo, pero para la mayoría resulta un excelente comestible. Especie típica de hayedos en verano y otoño. Comparte hábitat con la Russula romellii, algo más pequeña, de pie blanco, y que tiene el sombrero oliváceo en el centro y lila hacia el borde. Por su porte puede confundirse con Russula faginea, de sombrero rojizo con menos variedad de colores.

Russula heterophylla (7ª foto): Cutícula lisa, algo brillante, de color variable del verde amarillento al pardo claro, con tonos vinosos en el centro. Láminas blancas o cremosas, subdecurrentes, apretadas y muy bifurcadas en su unión con el pie. Olor indefinido y sabor dulce.

viernes, agosto 21, 2015

ARTE Y NATURALEZA












Últimamente estoy interesado (y parece que no soy el único, como muestra la artista australiana Martina Oehlinger) en la estética natural, formas y colores que se presentan espontáneamente en el medio natural, sin ninguna intervención humana, por lo que supongo que, por definición, no pueden considerarse arte, sino que simplemente se trata de apreciar y admirar la belleza natural.

Inevitablemente, ciertas creaciones de la Naturaleza nos inspiran o nos evocan sensaciones, sentimientos e incluso ideas, podría decirse que tomamos prestadas las formas, colores y texturas que generosa y gratuitamente nos ofrece la “Madre Naturaleza” para, a través de nuestra mente, transformarlas en arte o, mejor dicho, imaginamos o elaboramos en nuestra mente una recreación artística de determinados “caprichos de la Naturaleza” que nos llaman más o menos la atención (cinco primeras fotos).

Otra cosa distinta son las obras de arte, creaciones humanas que se integran en paisajes o elementos naturales como el famoso Bosque de Oma en Guernika, pintado por Agustín Ibarrola entre 1982 y 1985 (foto 6); las exposiciones de “Arte en la Tierra” que se realizan en la zona de Ocón (La Rioja) desde el año 2003 (foto 7); o la moda de decorar árboles recubiertos con ganchillo de lana de colores (foto 8).

En ocasiones, el arte se utiliza como una medida de presión para que no se dañe un espacio protegido, como sucedió con el Gernika que los vecinos pintaron en el hayedo de Zilbeti (Navarra) para evitar que fuese talado por una empresa minera (foto 9).

Pero yo me pregunto ¿Hasta qué punto somos realmente originales a la hora de crear? ¿Nuestro sentido estético, las formas, colores y texturas que se nos ocurren no estarán siempre, de alguna manera, inspiradas en algo que hemos visto o percibido antes en la naturaleza? ¿Entonces, si esto es así, la consideración de arte quizás dependería principalmente del grado de esfuerzo que hemos invertido en la obra? Es decir, si nos encontramos un trozo de rama o una roca bonita y la colocamos en una vitrina no es arte, pero si fabricamos esa misma forma (o una parecida) con nuestras propias manos y herramientas, entonces sí que lo es?

Fotos: 1, 2, 3 y 4 by Mad Hatter. 5 by Martina Oehlinger.

Resuena en el sombrero: “State of Art”.- Friends Again (Glasgow (Escocia), 1983).